lunes, diciembre 27, 2010

NAVIDAD

El tipo, que había ido a misa temprano, que se había confesado con un curita que bostezaba a repetición y luchaba porque no se le cerraran los ojos de sueño, que salió de la parroquia dejando caer un par de monedas en el gorro del mendigo turno mañana, que subió a su auto con vidrios polarizados y condujo sin brújula por las calles de una Buenos Aires desierta, que metió el auto en la cochera de la Corporación Financiera Suprema, que subió hasta su oficina en el piso 27 -se ve la ciudad uruguaya de Colonia del Sacramento al otro lado del río más ancho del mundo-, que respondió a decenas de correos electrónicos con el monosílabo No, que fue al baño, descargó toda la comida y los brebajes de la Nochebuena, que se afeitó y se perfumó antes de saltar, empezaría a ser encontrado recién a la mañana siguiente, cuando retornaran los oficinistas a sus oficinas.
Y la crónica dice "empezaría" porque así sucedió, lo encontraron por partes y a distintas horas del día e incluso del siguiente, fragmentos de ropa, cuerpo y papeles, y entre estos últimos una nota que el juez de turno leyó como al descuido y que decidió tirar a un canasto: "Si no hubiera sido por ese curita hijo de puta que me bostezaba en la cara".

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