miércoles, marzo 18, 2015

ALEPHS

Muchos escritores se jactan de no contaminarse con posiciones partidarias, aún compartiendo políticas o decisiones progresistas con el gobierno de turno.
Otros prefieren transitar por la vereda del sol y andar tibiecitos si es invierno, o por las frescas alamedas del oficialismo, y firmar solicitadas y viajar por el mundo.
No va en estas posiciones y sus grises el talento de unos y de otros.
A lo sumo manifiestan cierta displicencia sobre el mundo de los que allá afuera se rasgan las vestiduras por conceptos tan abstractos como democracia, justicia y libertad. Algunos audaces se escudan en Borges, levantan su ejemplo, reconstruyen un Aleph donde todo sucederá sin otros tiempos ni subjetividades que los del narrador omnisciente, instalado en un recodo de la escalera que conduce al sótano.
Claro que a veces, caprichos de la historia, ese sótano puede ser el de la casa en Holanda donde redactó su diario una precoz escritora que se llamó Ana Frank.

BONDI

Viajás sentado en el bondi, medio dormido. Te tocó del lado de la ventanilla y las cuadras de la avenida que recorriste durante toda tu vida se suceden, con pocos cambios: algunos comercios que ya no están, el boliche de la esquina donde te encontrabas con ella, por ejemplo.
Por las dudas, cerrás los ojos y volvés a verla, adolesciendo de amor. Y recordás que tomándole las manos le dijiste entonces que eras muchísimo mayor que ella, casi un viejo, y que los dos rieron y jugaron a que había pasado el tiempo y volvían a encontrarse.
Abrís los ojos cuando sabés que esa esquina ha quedado para siempre atrás.