martes, mayo 28, 2013

VACÍOS

Saliste del prostíbulo como habías entrado, vacío.
Llovía y las dos monjas pasaron corriendo a tu lado, riendo como colegialas. Te preguntaste si alguna vez habrían estado con un hombre y no pudiste contenerte, ¡hermanas! les gritaste antes de que la lluvia las borrara.
Se detuvieron a pocos metros, ¿sí, hijo? Y vos: ¿alguna vez cogieron, tuvieron sexo, gritaron de placer, se desnudaron delante de un hombre?
La monja mayor –unos cincuenta y quién sabe cuántos- iba a dar vuelta la cara pero la más joven sonrió, estoy enamorada, dijo: ¿cómo te diste cuenta, hijo?
Vos, que le llevabas veinte años a la monja joven, la miraste como hace un rato a la prostituta, sin nada que ver, de qué alegrarte ni qué esperar.
La monja mayor la arrancó como a una mala hierba y corrieron juntas hasta perderse.

Me cago en Dios –dijiste, como ese tío asturiano que cuando bebía demasiado hablaba de la guerra.

viernes, mayo 24, 2013

AUTOS ANTIGUOS

Guardé los versos de tus quince años cuando yo apenas tenía catorce. Te veía tan lejana entonces, tan mayor, tan de abofetearme con tu risa, de señalarme a tus amigas como a una mascota cargosa.
Soñaba con estar a tu lado y declararte mi amor eterno. Nunca habíamos hablado ni habían estado nuestros cuerpos a menor distancia que una vereda con sus sombras y perfumes.
Hoy encontré en un arcón los versos que publicaste en la revista de la escuela, la que armábamos en tercer grado con cuentos y poemas de todos, los nosotros de hace cincuenta años.
Salí luego a la calle, repitiéndolos, casi cantándolos.
Un auto dobló desde la esquina y se acercó despacio. Un auto antiguo, un chevrolet enorme y pesado, una antigüedad que, como otros peatones, me detuve a ver pasar.
Allí ibas, te llevaban quién sabe a dónde y recordé la epidemia de polio de la década del ´50, los llantos, tantas maldiciones y preguntas que Dios nunca respondió.

Alguien a mi lado comentó que aquellos eran autos, los de antes.

lunes, mayo 20, 2013

MOTEL



No ha sido necesario amar para sentir que el corazón es la víscera, el cenit, el ombligo azul del universo que se enciende y apaga como un cartel luminoso.
No ha sido necesario decirle que la amabas para que se fuera sin mirarte, llevándose los días, tirando a una alcantarilla las horas, todas las horas deseadas, los minutos y segundos con los que se salpicaron uno al otro hasta fundirse.
No ha sido necesario nada de lo que escribiste, de lo que dijiste, de lo que abrazaste creyendo que la abrazabas, que no era viento su tibieza, que no eran cenizas y lágrimas las acuarelas diluidas en la niebla con las que la coloreaste antes del adiós.
No ha sido necesario amar, nunca lo ha sido, nunca.
No llores por eso. Piérdela en las antesalas del tormentoso horizonte que te acecha, aléjate de ti, desmenúzate y acéptalo.
Alguien apaga el cartel del lugar en que la has perdido.
Amanece.
Amor, nunca.

domingo, mayo 19, 2013

SIN PROMESAS


Se durmió entre sus brazos.
Se habían amado como siempre lo soñaron: sin promesas ni remordimientos ni culpa. Cuando amaneciera se dirían adiós y no habría promesas de reencuentros, ni de cartas, ni de llamadas.
Al despertar, él no estaba, no la había esperado.
Debió levantarse durante la madrugada, sigiloso, preguntándose quizás por qué todo si mañana. Le había mentido cuando habló del vacío al que prometieron no asomarse, mentira.
Se vistió despacio, perezosa, malhumorada. Abrió la ventana al aire frío y salado del mar, inspiró, satisfecha aunque también decepcionada por el poco valor de las promesas.
Se inclinó sobre la baranda del balcón y se dejó caer como anoche sobre la cama. Veinte pisos más abajo, él la esperaba. Nadie lo había visto salir en plena madrugada. Ni a ella, tan temprano en la mañana.
Recién al mediodía y por una llamada anónima llegaron la policía, el forense, los de la televisión.

lunes, mayo 06, 2013

SOMBRAS, VOCES


Esa mujer pasa caminando a mi lado, sin mirarme. Pero su sombra es la tuya, la reconozco y te llamo.
La mujer se detiene y me mira con curiosidad.
-No te conozco.
-Pero sos Amalia.
Niega con la cabeza, nunca ha sido Amalia.
-¿Por qué te detuviste, entonces?
Sonríe, sabe o intuye que no estoy ensayando un ardid para entablar una conversación.
-Tu voz- me dice. –Reconocí esa voz.
Nos miramos largamente. Podríamos conocernos pero preferimos seguir nuestros respectivos caminos.
Sombras y voces andan por la ciudad, caminan detrás de extraños, nos buscan.

domingo, mayo 05, 2013

FRAGILIDADES


Aceptar que el amor es el paso lento sobre la capa de hielo, el riesgo de que se quiebre y el intenso frío de la soledad nos trague, nos devore, nos incorpore al silencio.Besarte como si no fueras posible, pensarte inalcanzable aunque te tenga entre mis brazos.

jueves, mayo 02, 2013

O CUENTO PARA QUE SUENE UNA MÚSICA


¿Es trabajo escribir? Y si lo fuera, ¿qué? ¿Debe alguien pagarnos por ello?
Preguntas de este tipo proliferan en la pedorra noche existencial como lo que son, fuegos de artificio, petardos multicolores que se extinguen entre explosiones de ira, felicidad y desconcierto.
Me siento y escribo –o lo hago de pie, como Dostoievsky, atormentado por sus crisis hemorroidales. ¿O era Chejov? Un ruso, seguro. El vodka y los fermentos hacen estragos en la mucosa rectal.
Si nadie me paga, ¿escribo? Y si me pagan, ¿qué escribo? Vos tendrás tus respuestas, yo no. Si las tuviera, no escribiría.
Pero no sé de qué se trata, quién es quién en la galería de celebridades y de anónimos, qué forma es superior a otra, qué mentiras encubre una ficción que indaga en la verdad, por qué pasillos malolientes de un hospital abandonado vaga el último paciente de la locura.
¿Vale lo que cuento? O cuento para que suene una música, unos compases que golpean a tu puerta por la noche, una mujer desnuda que se desliza en tu cama sólo para desvanecerse al primer abrazo.
Un hombre ha muerto esta mañana en Amaicha del Valle, Tucumán. Plena montaña, al borde de un arroyo seco. Lo encontró un arriero y sentó su cadáver sobre una piedra blanca. Al trepar el sol sobre el altar del mediodía, el muerto miró al arriero para recién entonces cerrar los ojos.
“Ceremonias de la soledad”, murmuró el arriero y emprendió el regreso a su rancho de piedra y adobe.
La mujer desnuda –él no lo sabe- lo visitará esta noche.