sábado, febrero 28, 2009

CUATRO DÍAS LOCOS


Por puro afán de represión, las dictaduras declararon "laborables" las jornadas de carnaval, esos "cuatro días locos que vamos a vivir", según rezaba una marcha en boga cuando todavía, en los barrios de Buenos Aires, la gente se disfrazaba y el agua era el arma predilecta de la guerra entre los sexos.
Año a año, la prohibición fue dando lugar a la indiferencia. Hoy, a excepción de las provincias del litoral -donde los corsos se han convertido en recurso turístico-, el carnaval pasa desapercibido.
Fragmentada y encerrada en sus "countries", en mezquinos departamentos o en las villas miseria, la sociedad argentina obedece sin saberlo aquella vieja prohibición de los militares y, en un miércoles de ceniza que se extiende a lo largo del año, se mira en el espejo ciego de la melancolía y el olvido.

viernes, febrero 27, 2009

INDIOS









Me crié viendo cine norteamericano. En las matinés del Ideal Monroe o del Edén, de Villa Urquiza, recuerdo obras maestras como "Solo los valientes", en la que Gregory Peck encarnaba a un capitán de la caballería que por entonces andaba a caballo, no en tanques, y que a tiro limpio se bajaba a varios cientos de indios. El cine rugía, el piberío quería sumarse a la cacería de comanches, vivábamos a la bandera de las barras y las estrellas con mayor fervor que a la nuestra.
Pasó el tiempo, crecí. Apenas adolescente, descubrí el cine europeo. Ritmos lentos, lenguaje diferente, historias íntimas y sin indios. Empecé a reverenciar los festivales de cine como el de Venecia o el de Berlín, en los que se premiaba la innovación estética, la hondura de los argumentos: Trufaut, Resnais, Godard, Fellini, Bergman, De Sica, Rosellini, Buñuel, Bardem, Casavettes, Richardson... fueron la punta de un iceberg de renovadores entusiastas, creadores que desafiaban permanentemente a la imaginación y convocaban a exigir más, a buscar ese otro cine que nada tenía que ver con las comedietas rosas de la posguerra o las hazañas macartistas de la guerra fría.
Sin embargo, poco y nada de ese cine llegó a las pantallas de muchos países, entre ellos la España franquista. Como en toda dictadura, el filtro ideológico se anquilosa y se convierte en ceguera, el arte se vuelve peligroso en sí mismo. Y no les falta razón a los dictadores.
Porque el arte subvierte, desafía al "sentido común", promueve, por su complejidad y riqueza de léxicos visuales, literarios o musicales, el inconformismo, la necesidad de ver más allá de lo evidente.
Durante décadas, los argentinos hemos hecho méritos suficientes para que, desde el llamado primer mundo, se nos mirara con asombro y compasión: dictaduras, democracias debiluchas que derivaban en nuevas dictaduras, economía en caída libre, hambre, atraso.
Pese al paseo interminable en la montaña rusa que compartimos por estar inmersos en el parque de diversiones de América latina, aprendimos a disfrutar del cine internacional, de sus vanguardias estéticas e ideológicas.
Deberíamos sentir orgullo, los que nos hemos educado en la escuela y en la universidad pública argentina, de vivir en un país que, en el culo austral del mundo, se opone con tanta tenacidad a convertirse en tierra arrasada por un capitán de la caballería norteamericana, aunque lo hayamos aplaudido a rabiar en las matinés de nuestra infancia. Por supuesto que ese cine era -y sigue sièndolo- entretenido, divertido, a menudo apasionante. No está mal disfrutarlo. Pero sin olvidar que, cuando suenan los clarines y ondea la de barras y estrellas, los indios somos nosotros.

jueves, febrero 26, 2009

FAVALORO




Fue un tipo polémico, René Favaloro. Un capo en lo suyo: la cardiocirugía. A lo mejor quiso que en este país despiadado se lo reconociera como a un prócer, a él, que era fana de San Martín. Favaloro no cruzó los Andes pero tampoco hizo fortuna, la plata que ganó, que no fue poca, la jugó a su proyecto, la Fundación. En tiempos de liberalismo a toda máquina -figuraba Carlos Menem como presidente- pidió dinero al estado, a las empresas, y siguió haciéndolo cuando asumió De la Rúa, cabeza de una "alianza" contra natura, como la que ahora pretende formarse con los del campo y los perdedores de la política.
La convertibilidad, el implacable uno a uno de Cavallo que De la Rúa intentó sostener hasta con López Murphy -quien en su fugaz paso por Economía pretendió cerrar universidades y hasta hospitales, para bajar gastos-, se lo llevó puesto.
Se suicidó en julio de 2000, a los 77 años.
Aquí, algunas de sus reflexiones "sanmartinianas". Valen, en estos tiempos donde la solidaridad se cacarea pero, a la hora de pagar cada uno lo que le corresponde pagar, no se practica.

SUS DIEZ REGLAS DE ORO
1. HONESTIDAD. No hay proyecto posible si dejamos de ser honrados. El culto a la verdad es prioritario.
2. Defender la LIBERTAD como condición esencial para el desarrollo del hombre.
3. Luchar por la consolidación de la DEMOCRACIA PARTICIPATIVA con una mayor equidad distributiva.
4. La JUSTICIA SOCIAL es uno de los principios éticos capitales.
5. Debemos ser SOLIDARIOS.
6. Debemos ser RESPONSABLES. A la individual se agrega nuestra responsabilidad familiar y colectiva. Basta de escapismos. Todos necesitamos estar comprometidos.
7. Nuestras vidas deben dedicarse principalmente a luchar por la DIGNIDAD del hombre.
8. Pretendemos una VIDA MEJOR aquí en la Tierra.
9. Debemos bregar por la UNIDAD LATINOAMERICANA.
10. Nada se consigue sin ESFUERZO. Hay que trabajar, con fe, con esperanza, todos los días.

miércoles, febrero 25, 2009

NO COMO BUCOWSKY

Cuento en tres tragos

Se sirvió un whisky, después de acabar con la mujer. Tanteó en la mesa de noche, en busca de cigarrillos, pero un rato antes de amarla se había fumado el último. Maldijo su imprevisión, odiaba quedarse sin tabaco cuando terminaba: otro whisky.
Limpió el cuchillo -uno común, de cocina: el arma es siempre ocasional, le da otro sabor a la tarea no saber con qué lo hará cada vez. Lo guardó en una bolsa de plástico, con el vaso y la botella, aunque antes se mandó un tercer trago.
Tengo que dejar de beber -se dijo, ya mientras arrastraba el cuerpo hacia el baúl del auto: no quiero terminar como Bucowsky.

martes, febrero 24, 2009

EL MUNDO Y EL PLANETA


Toca hablar de libros. Es más fácil echar por la borda a un político, a un figurón de la tele, a un tenista caprichoso que gana millones, que a un escritor exitoso y además premiado, pero que nunca llegará a ganar lo que un tenista o un político o el figurón de la tele, excepto Dan Brown, pero hablo de escritores. Tengo dos problemas: este libro me gustó, lo leí con placer. Pero no puedo afirmar honestamente que sea una gran novela. Primero, porque no es una novela -lo que no es grave para nada, "Rayuela" tampoco es una novela, ¡pero qué novela! Digo lo de "gran" y no "una buena novela" porque suponemos que un premio como el Planeta, con tanta pasta, debería consagrar grandes libros. Pero mi sorpresa al comenzar a leer éste, y al avanzar en su lectura, es que se trata de una suerte de autobiografía, con eje central en un descubrimiento: todo el mundo del autor puede resumirse y anticiparse, desde su infancia, mirando por una pequeña ventana a ras del piso en el sótano de la casa de enfrente. Queda claro, sin embargo, que Borges desaprobaría demandarlo por plagio. Primero, porque Borges desaprobaba la novela, le parecía una exageración, sus críticos dicen que porque no era capaz de escribir él mismo una novela, yo creo que sus críticos no son capaces de leer a Borges. Pero ésa es otra polémica. Entonces, Borges lo habría ignorado, con esa sencillez demoledora con la que descalificaba a ciertos monumentos literarios de su época. Yo, que no soy Borges, no ignoro esta novela que, reitero, me deparó momentos de placentera lectura, lo que no es poco en estos tiempos. Considerando incluso que, si fuera Borges, no sé si lo demandaría pero trataría de hablar con él para recordarle que leer, como las victorias militares, no da derechos. No está escrito que podamos apropiarnos de lo antes escrito por otros, ni a manera de inspiración y aunque la ley no lo sancione. Pero afortunadamente "El mundo", de Juan José Millás, no es "El Aleph". Borges citaba a menudo autores, algunos de ellos inexistentes, para fundamentar sus afirmaciones y burlarse un poco de los ilustrados. Millás, en cambio, se cita repetidamente a sí mismo, con nombre propio y de sus libros, en un texto que debió someterse a un riguroso jurado de pre selección para luego ser declarado ganador por Alberto Blecua, Alfredo Bryce Echenique, Pere Gimferrer, Carmen Posadas, Soledad Puértolas, Carlos Pujos y Rosa Regás. Ni novela, ni "antinovela". El mundo seguirá andando y "El mundo", de Juan José Millás, se seguirá leyendo con placer, no como novela sino como premio Planeta.

lunes, febrero 23, 2009

DERECHO A RÉPLICA

Mi querido amigo Jesús Lens salió a defender al Oscar -está en su derecho- pero además, a Mickey Rourke. Considerando la contextura física y entrenamiento de ambos -de "El luchador" y de Jesús-, es que le abro la puerta que este blog le cierra, quién sabe por qué designios informáticos.
A los que se encuentren con dificultades similares, envíen sus desagradables opiniones a mi correo, la crítica destructiva es siempre bienvenida.
guillerorsi@yahoo.com.ar

Es cierto que los oscar no son sino el oropel, la farfolla del cine. lo malo es que en los festivales "serios" cada vez se presentan cosas menos interesantes. Al menos, a decir de la crítica, porque las pelis de esos Festivales jamás las podemos ver.

Pero, jo, que el Rourke de "El luchador" es de lo más digno que hemos visto en mucho tiempo .

Jesús Lens

PLANETA DE LOS SIMIOS





Que mientras el mundo se desmorona Hollywood insista con su entrega de los Oscar implica una voluntad de resistencia que no tienen otros sectores que, a la primera dificultad, sólo atinan a quejarse y echar la culpa a terceros.
Ahora, entre nosotros: ¿a quién le importan los Oscar? A las distribuidoras, claro, que hacen su negocio montadas en el marketing de celebridades y presupuestos millonarios, y a la gilada, que también es millonaria pero de frases hechas y preconceptos que reemplazan a un juicio crítico propio.
Que Mickey Rourke, el protagonista del bardo publicitario "Nueve semanas y media" resurja ahora convertido en un remedo del increíble Hulk, nos da un indicio del criterio con el que la academia de supuestos expertos juzga una buena actuación.
En mi época -remota, antropológicamente interesante- los premios valiosos eran los que daban Cannes y Berlín. Entre nosotros, el festival de Mar del Plata dio unos tímidos primeros pasos en los ´60, después las dictaduras se lo llevaron puesto y resurgió como una suerte de Cosquín del cine, de la mano del inescrupuloso maestro de ceremonias Julio Maharbiz, en pleno menemato. Acabado el sueño convertible, ha vuelto pero algo tristón y cansado, mostrando lo que deja la bajamar de los festivales "importantes".
Los españoles se relamen de gusto con el Oscar a Penélope Cruz, por caerle más guapa que Scarlett Johansson al hispano Javier Bardem, que en el bodrio autorrepetitivo de Woody Allen hace lo que se espera de un hispano: que trabaje de hispano.
Y es que para los norteamericanos el mundo es como lo mamaron en sus escuelas: España es toros, olé y a lo sumo Picasso y Gaudí, como Argentina es gauchos, tango a lo Valentino y el buen churrasco que se come en su capital, Río de Janeiro.
El cinéfilo argentino, que es -o fue- mayoría en comparación con el de otras latitudes, descubrió en su momento a Ingmar Bergman y le dio crédito a Woody Allen antes que ninguna academia, pese a que el neurótico de Manhattan nunca pisó suelo criollo. Sin embargo nuestros "expertos" -siempre entre comillas- remedan hoy a los del norte y premian a engendros previsibles mientras montan en cualquier hotelucho del centro un Hollywood de cartapesta.
Hollywood lleva en sí mismo los gérmenes del contagio, como el mosquito de la selva lleva el dengue. El mundo se derrumba pero ellos saldrán hechos y, como Stallone volvió a Vietnam e hizo puré a los sucios vietcongs, ellos regresarán con toda la gloria de sus estatuillas y su parafernalia de megaproducciones, a demostrarnos, como en el "Planeta de los simios", que el mundo fue, es y será norteamericano. Aunque -próximamente en esta sala- estalle en pedazos.


domingo, febrero 22, 2009

CUARTETOS CORDOBESES: EL CANDOR Y LA FURIA





La Mona y Rodrigo

El llamado "cuarteto" es la música popular cordobesa. Nacida, según algunos estudiosos, de una mixtura del pasodoble con otros ritmos, y ejecutada, por lo menos en sus orígenes no tan remotos -cuatro o cinco décadas-, de a cuatro.
Bien de abajo, bien pegadiza y bailantera, se puso de moda un tiempo en las tilingas clases media y media alta. Pero la fiebre se les pasó tan rápido como la indignación del 2001, cuando el corralito. Y los cordobeses de abajo siguieron bailando a su compás. En miles de clubes de barrio y salones de pueblo, levantando polvareda, al ritmo de la Mona Jiménez, su máximo cultor, o de Rodrigo, otro ídolo al que la muerte prematura convirtió casi en santo.
La Mona y Rodrigo tienen temas que ponen la piel de gallina, que arremeten contra el sistema desde el candor y la furia de sus principales víctimas, los trabajadores, los estudiantes pobres, las sirvientas, los peones de campo, los que la yugan y la sufren todos los días.
El paradigma de los temas cuarteteros es, sin embargo, bien fiestero. Se llama "Quién se ha tomado todo el vino" y dice, si la memoria no me falla: Quieeeén... se ha tomado todo el vino ajajá... quieeeeénn... se ha tomado todo el vino ajajá... quieeeén... El vino al que alude es, no hace falta aclararlo, de cepa tetrabrick.
Es cierto que cada baile cuartetero tiene sus polvaredas y de vez en cuando alguno va a parar al hospital, a la comisaría o al cementerio. Apuros y confusiones del "tetra", infidelidades desatadas al efusivo ritmo cuartetero.
No es menos cierto que los mejores vinos y el más exquisito champán le pone graduación alcohólica a conspiraciones políticas y matanzas aterradoras, en alfombrados despachos y salones de supuesta alcurnia.
Así, mientras los cultos y los ricos se interrogan sobre el modo de acumular la riqueza de las naciones o el origen de Dios y del universo, el pobrerío cordobés sólo insiste en su pregunta sin respuesta: quién, pero quieeeénn... se ha tomado todo el vino.

sábado, febrero 21, 2009

ARGENTINOS




El grotesco nacional, que alcanzó su mayor expresión literaria con Armando Discépolo, se sigue representando -ya sin textos coherentes- por los malos actores de la escena política.
La patética pasividad de Cristina Fernández ante los desmadres de su cónyuge tiene su correlato en los malabares circenses de una dirigencia agropecuaria que, como alguna vez los militares, creen ser la última reserva de esa ambigua y fascistoide condición nacional que algunos llaman "argentinidad".
Mi homenaje a todos ellos, este sábado de cansancio: al gobierno autistatoritario y corrupto que no reprime ni a su abuela pero tampoco se la juega por nadie, y al forraje agrario que no quiere garpar impuestos y amarroca en sus silos chorizos la soja y en los aljibes la guita, a los políticos chinchulines como Solá, Macri o De Narváez, a los analistas políticos que bregan por un golpe de estado y devaluación a la Duhalde mientras cacarean la defensa de la institucionalidad.
Qué mejor y más redondo tributo que "La argentinidad al palo", de Bersuit.
(Pinchen el tema en You Tube, si tienen banda ancha como la gente).
La calle más larga,
el río más ancho,
las minas más lindas del mundo...
El dulce de leche,
el gran colectivo,
alpargatas, soda y alfajores...
Las huellas digitales,
los dibujos animados,
las jeringas descartables,
la birome...
La transfusión sanguínea,
el seis a cero a perú,
y muchas otras cosas más...
La argentinidad al palo...
la argentinidad al palo...
Gigantes como el Obelisco,
campeones de fútbol,
boxeo y hockey.
Locatti, Barreda,
Monzón y Cordera
también, matan por amor.
Tanos, gallegos, judíos,
criollos, polacos, indios, negros,
cabecitas... pero con pedigree francés
somos de un lugar
santo y profano a la vez,
mixtura de alta combustión
la argentinidad al palo...
la argentinidad al palo...
Diseminados, y en franca expansión,
hoy nos espera el mundo entero,
no es para menos la coronación,
brota el encanto del suelo argento.
¡Vamo´...! ¡Vamo´...!
¡Y no me vengan con cuentos chinos!
Que El Che, Gardel y Maradona
son los number one,
como también lo soy yo,
y argentinos
¡gracias a Dios!
(Estribillo)
Diarieros:
También Videla y el mundial 78
Spadone y la leche adulterada
Manzano se hizo la cirugía del orto
Descuartizan vacas en el norte.
Y siguen los nariguetazos en el Congreso
Galtieri y "los estamos esperando".
Más desnutridos
En el "Granero del mundo".
Cayó la Fundación Padre Bufarra.
Alfonsín con "la casa está en orden"
"El que apuesta al dólar pierde",
dijo el Ministro.
También Menem y su primer inmundo
Cavallo y sus lágrimas de cocodrillo.
Cinco presidentes en una semana.
Encontraron al muñeco de Yabrán
con un tiro en la cabeza.
De La Rúa con su tímida boludez...
Pero... ¿qué me vienen a coger
a mí con la pija muerta?
¡Yo la tengo mucho mas grande que vos!
A los boludos como vos me los cojo
de parado.
Cuando vos fuiste,
Yo ya fui y vine... ¡Cuarenta veces!
¿Cómo no querés que los cague,
si son unos boludos de mierda?
¡Son todos una manga de garcas!
¡Este país está lleno de ladrones!
¿Yo?... ¡Argentino!
Como el tiro en el corazón
de Favaloro.
Del éxtasis a la agonía
oscila nuestro historial.
Podemos ser lo mejor, o también lo peor,
con la misma facilidad.
(Estribillo)
¡Al palo! ¡Al palo! ¡Al palo!

viernes, febrero 20, 2009

JUGUETES Y PALOS


Mientras fue presidente, en la primera mitad de los `50, Perón viajaba en tren al interior. "Le tiene miedo al avión", decía la contra, "es un cobarde".
Gracias a su presunta cobardía, y a que el "vagón presidencial" iba enganchado a la cola del largo tren de lejanías, "el Pocho" se asomaba a la plataforma y, cuando el tren pasaba a paso lento por alguna localidad, pueblo o estación en la que la gente se agolpaba para verlo, arrojaba muñecas y pelotas de fútbol. "Demagogo", decían los contreras, mientras el piberío corría a alzarse con los regalos que caían literalmente del cielo.
El "Rayo de Sol", tren expreso con dormitorios a Córdoba, pasaba todas las noches por los fondos de mi casa. Cuando se anunció que esa noche venía con el vagón presidencial, todos nos dispusimos a ligar nuestro regalo. Hasta habíamos acordado con las chicas que, si a un varón le tocaba alzarse con una muñeca, la canjearía gallardamente por una pelota o se la regalaría a la rubia de al lado, según los casos.
Mi padre, que era gorila, dijo que le daba vergüenza que un hijo suyo (yo) fuera a pelearse por un juguete barato arrojado al pasar por el Tirano -porque así, y con mayúsculas, nombraban a Perón, para que todos nos olvidáramos que lo había votado el pueblo-. Fui lo mismo, claro: soñaba con una "número cinco de cuero", aunque tuviera impreso el escudito justicialista que por entonces "aconsejaban" lucir en sus solapas hasta a los contreras.
Puntual, como todas las noches -¡qué tiempos!- asomó su nariz el rugiente tándem de locomotoras a vapor que arrastraba al Rayo de Sol, pito y vapor, pito y vapor, chaca chacachaca chacachaca chacachaca, patinando a veces sus enormes ruedas sobre los rieles, doblándose el enorme gusano luminoso por la curva de la calle Monroe y encarando hacia la estación Drago, donde tampoco se detendría porque ningún tren que fuera a Córdoba perdía el tiempo deteniéndose en los barrios.
Previsores, los pibes y chicas nos apostamos en el potrero, zanja por medio con el terraplén, y al acercarse el tren empezamos a gritar y a agitar los brazos. Había de todo allí: abuelas, tíos, primos y comisarios, mucamas y canillitas, muchos perros y chicos, y hasta algún atildado caballero ganado por ese movimiento fascistoide de cabecitas negras, quién sabe a cambio de qué prebendas o favores. Todos esos rostros reflejaron la luz del tren como la luna la del sol, fascinados por la ilusión de distancia que derramaban esas interminables cadenas de vagones que parecían salones de fiesta en movimiento.
Cuando al fin le tocó el turno de pasar al vagón presidencial, hubo hasta fuegos artificiales, gritos de viva perón, la marchita cantada a pulmón y en solitario por el guardabarreras, griterío de la multitud apiñada en el potrero como en la cubierta del Titanic los inminentes náufragos. Nadie vio a Perón, dirían luego que él no se exponía a que algún fanático lo bajara de un balazo y el que repartía juguetes y saludos era un doble. Pero lo importante sucedió, los juguetes llovieron.
Cuando manoteaba el aire tratando de cazar uno al vuelo, sentí el impacto en mi cabeza, tremendo golpe en mi nuca que casi me desmaya. Un palo, una rama de paraíso pulida hasta convertirla en arma mortal, se había estrellado contra mi baúl de los pensamientos.
Alguien, desde las sombras, la había arrojado contra mí, alguno entre los muchos enemigos naturales de la infancia que sueñan con vernos muertos para lanzarse ellos sobre la rubia que osó alguna vez dejarse besar en la mejilla. Nunca supe quién fue, aunque sospeché de varios y sólo espero que la vida me dé la oportunidad de encontrarlos a la luz del día.
Pero esa noche, con ocho años escasos y ante tamaña frustración, sólo atiné a llorar. Y llorando entré en mi casa, donde mi padre gorila, después de evaluar los daños en mi cráneo infantil, soltó su frase inolvidable:
Jodete, por peronista y por boludo.

jueves, febrero 19, 2009

ASÍ NOS VA


Quizás el programa de mayor audiencia televisiva en la Argentina sea "Bailando por un sueño", engendro reciclado de formatos extranjeros por el siempre despierto en materia de negocios Marcelo Tinelli.
Bajo su máscara de beneficencia para instituciones o individuos en problemas, el programa, de gran despliegue técnico, escenográfico y coreográfico, se vale de la convocatoria de figuritas y figurones de la tele, que forman pareja con desconocidos, los "soñadores", para someterse a todo tipo de piruetas, actuaciones y disfraces, y disputar así los favores de un jurado iconoclasta y del sagrado público que, como el pueblo peronista, nunca se equivoca.
Predomina, se impone plano por medio y ocupa toda la pantalla la estética del culo femenino, con o sin siliconas (por lo general, con), los gritos de su conductor omnipresente y las risas de cotillón de sus empleados.
El programa ocupa un horario central nocturno e impide que grandes masas de su adicta audiencia disfruten de las declaraciones de los políticos en los canales de cable, sus disputas y descalificaciones.
Con este entrenamiento mediático llegaremos a octubre, cuando en nuestro país se celebran elecciones de renovación parlamentaria.
Y todavía hay quien se sorprende de que a la Argentina le vaya como el culo.










Concurso de culos en Mar del Plata

DESTINO DE DEMOLICIÓN


La Argentina parece estar encontrando, por fin, su destino. Que no es de grandeza, como especulaban los autoritarios de uniforme cuando daban sus zarpazos institucionales.
Si en 1983 recuperamos, a los tumbos, la democracia que nunca supimos cuidar, en 2009 los agoreros del final, los insolados dirigentes agropecuarios, los desdichados opositores al gobierno elegido en octubre de 2007 y devaluado por los encuestadores pocos meses más tarde, los gobernantes atrincherados en sus mentiras indexadas y en políticas de vuelo corto, todos apuestan a un final anunciado de la experiencia democrática. Que, en palabras de ciertos sacerdotes mediáticos, sería reemplazada por una república.
Este discurso -mucho más complejo, confuso y extravagante de lo que aquí se expone- tiende a trabar el destartalado avance de los intereses populares y reemplazarlo por la marcha triunfal, el regreso con gloria del capitalismo salvaje.
En la Italia fascistoide, Berlusconi se mofa de los "vuelos de la muerte". En la Argentina que promete ser república, los dirigentes de toda laya se burlan del pueblo que los eligió para gobernar o ser oposición responsable.
En un mundo que se derrumba, la Argentina busca refugio bajo sus escombros.

miércoles, febrero 18, 2009

VA FANGULO, BERLUSCONI



El diario italiano L’Unita reveló que durante un acto oficial Berlusconi se refirió a los "vuelos de la muerte" como "bellas jornadas, los hacían descender de los aires".
Durante la dictadura argentina, los represores utilizaron la modalidad de tirar vivos desde aviones al Río de la Plata o al Atlántico a los presos políticos que engrosaron la lista de 30 mil desaparecidos que dejó este régimen.

¿Quién eligió a este Duce posmoderno? Italia supo ser el único país de Occidente con un Partido Comunista popular, en condiciones de alcanzar el poder democráticamente e insertarse en un régimen político pluripartidista y parlamentario. En esos tiempos de la posguerra, los Estados Unidos estaban "preocupados" porque el PC pudiera gobernar legítimamente y ejercían su derecho a veto de potencia vencedora.
¿A quién, en los Estados Unidos o en Europa, le preocupa hoy que este mamarracho conduzca los destinos de una de las patrias de nuestros padres?
¿¡Quién lo eligió!?

lunes, febrero 16, 2009

CONTINUIDAD DE CORTÁZAR

"CONTINUIDAD DE LOS PARQUES"


Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restallaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.
Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano. la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela
.


domingo, febrero 15, 2009

MÁS SOBRE TARTAGAL








La ciudad que hoy convoca a la solidaridad por la tragedia vivida está situada a unos dos mil kilómetros de Buenos Aires, enclavada en la selva subtropical salteña, cuya riquísima variedad de bosques está sufriendo la tala motivada por intereses económicos -entre otros, y no el menor, los cultivos de la siempre rentable soja-, que ha reducido este verdadero paraíso natural a una cuarta parte del existente hace menos de veinte años, y que, se afirma, sería la causa de las fuertes tormentas que desencadenaron la reciente tragedia.
Tobas, mocovíes y otras culturas son los habitantes originarios de la región. Poco queda de esas culturas, aunque sorprende la firmeza con que sus miembros sobrevivientes resisten el avance de otra cultura -la nuestra- que no respeta tradiciones ni saberes que no sean los propios.
En zonas cercanas a Tartagal surgió hacia la década del ´60, bajo la presidencia de Arturo Illia, un movimiento guerrillero guevarista, liderado por un periodista argentino que había estado en la Sierra Maestra cubana y regresó encandilado por aquella experiencia. La pretensión de reeditarla en Salta fue un fracaso absoluto, se llevó vidas humanas y jaqueó a un gobierno democrático ya debilitado por la proscripción del peronismo y el acoso golpista.
Tartagal es una ciudad de menos de 50 mil habitantes. Tuvo su "esplendor" al calor de la industria maderera y de la petrolera en la vecina localidad de General Mosconi, donde funcionan pozos y destilerías de YPF, la hoy Repsol, que el gobierno de Carlos Menem entregó a España por monedas -que nunca llegaron al pueblo del norte de Salta-.
Los hoy famosos "piquetes" de cortadores de ruta tuvieron su origen en la lucha de los trabajadores petroleros y de todo el pueblo de General Mosconi, que vieron caer sus fuentes de trabajo y enfrentaron a un gobierno y a una sociedad que sólo se preocupaba por viajar a Miami o a Europa, para "comprar barato" gracias al perverso sistema de convertibilidad monetaria entonces vigente.
Hay muchos tartagales en la Argentina, afirmó la presidenta Cristina Fernández al visitar la zona del desastre. Lo que queda claro es que los seguirá habiendo si los argentinos -tan habituados a la descalificación mutua, montados en una soberbia que nuestra historia de fracasos y retrocesos no avala- dejamos de mirarnos al espejo de un narcisismo decadente y empezamos a tratar de reconocernos en el prójimo, en el que más sufre: en la mayoría de nuestros compatriotas.

Si querés ayudar, podés.
http://redes-solidarias.org.ar/noticias.php

sábado, febrero 14, 2009

TARTAGAL


Ubicada a poco menos de 400 kilómetros de la capital salteña y a escasos cincuenta y cinco de la frontera con Bolivia, Tartagal ha trepado en estos días a la primera plana periodística por el aluvión de agua y barro que arrasó sus zonas más humildes, con un saldo de tragedia y desolación, entre muertos, desaparecidos y alrededor de un millar de personas que en una noche lo perdieron todo.
Si querés ayudar, podés.
http://redes-solidarias.org.ar/noticias.php

jueves, febrero 12, 2009

CULEBRÓN



Jorge Olivera Róvere detesta ser fotografiado y esa repulsión parece haber contagiado a los jueces que lo han sentado en el banquillo.
Este hoy anciano general fue segundo de Guillermo Suárez Mason, jefe del Primer Cuerpo de Ejército, y tuvo a su cargo los centros clandestinos de detención existentes en la ciudad de Buenos Aires. Después de muchos años de impunidad, hoy es juzgado por cuatro homicidios concretos y 120 desapariciones.
El tribunal hizo lugar a los reclamos de sus abogados y prohibió la presencia de la prensa en la sala, así como que el reo fuera fotografiado. Sólo después de un incidente con un periodista gráfico, cuyo desalojo forzoso fue repudiado por la entidad gremial que lo respalda, sus señorías "autorizaron" que un reportero tomara imágenes de Olivera Róvere, desde atrás de un cristal blindado.
La razón invocada por los jueces es que no quieren que el juicio sea convertido "en una telenovela".
En materia de gustos televisivos no hay nada escrito. Tal vez sus señorías prefieran revivir en su juzgado aquella serie inolvidable que produjo, dirigió y actuó Narciso Ibáñez Menta: "Obras maestras del terror".

miércoles, febrero 11, 2009

ELUANA GLOBAL



Quién hubiera dicho que las religiones encontrarían nuevos fundamentos doctrinarios en cables, sondas y monitores, modesto pero eficaz infierno tecnológico que mantuvo a Eluana como rehén de un mundo al que ya no pertenecía, del que fue expulsada cuando, a los diecisiete años, sufrió un fatal accidente de auto.
Cuando el Vaticano, el gobierno de Italia y su mediático primer ministro, y la sacrosanta opinión pública internacional se autoconvocan para meter narices en una tragedia individual, queda montado el espectáculo grotesco de los últimos días.
Eluana murió a los diecisiete años. Lo que quedó de ella y que convocó el morbo de quienes rara o ninguna vez se interesan por el dolor ajeno, es un anticipo de ese infierno, inmerecido para Eluana y quienes de verdad la amaron, pero tan bien ganado por los mercaderes de la fe y de la política, monigotes engreídos, sacerdotes de una pesadilla de la que, como Eluana, parecemos condenados a no despertar.

martes, febrero 10, 2009

NOCHE DE TORMENTA


Me dan cuicuí las tormentas eléctricas.
Sospecho que por acá cerca, o por allá lejos, émulos de Víctor Frankestein aprovechan rayos y centellas para probar nuevos muñecos, seguramente más atractivos que el original, tan feúcho.
Con implantes, siliconas, algo de manipulación genética y un par de buenas descargas, pueden esta noche echar a andar, por ejemplo, a candidatos carilindos de derecha, ejecutivos exitosos, flautistas del Hamelín financiero que llevarán a sus contingentes de confiados ahorristas a ahogarse alegremente en el río.
Más truenos y relámpagos...
Qué miedo, mamita, me da el capitalismo cuando hay tormenta y se avecinan tempestades.
Mejor duermo esta noche debajo de la cama, con el gato.

lunes, febrero 09, 2009

RIVER PLATE (plate, no "pleit"...)

LABRUNA, EL ANGELITO

Qué karma, ser de Ríver.
Mi viejo era de Ríver, tenía platea, usaba sombrero, era un tipazo entrando en la cancha, el maradona de la platea de socios.
Conocí la tribuna, “la popular”, con los amigos, cuando me independicé de mi viejo, aunque nunca me convenció mirar desde tan lejos, me distraía, me olvidaba del juego, el rugido del gol siempre me sorprendía papando moscas.
Hoy Ríver está en decadencia, salió último durante el Apertura. Suerte, para mi viejo, ya no tener su platea y estar mirando otro partido.
Por su sombrero, que se quitaba para saludar a las vecinas del barrio, su calvicie –que heredamos, como otros heredan latifundios- y este karma, no puedo sino seguir siendo de Ríver aunque no me importe ya el fútbol profesional.
Pero atenti porque una vez, hace un siglo, cuando yo era pibe, Ríver salió campeón. Habíamos ido a la cancha con mi viejo, el estadio entero cantaba rivercampeoooón con la música de la marcha peronista, que estaba prohibida –a Perón no podía ni mentárselo: caca, pis, lavate la boca-.
Volvimos a casa y entré cantando la marchita, mi viejo, que era antiperonista, no me había dicho nada, me dejó cantar y cantar, era más de Ríver que gorila, el viejo.
Mi vieja, no: me hizo callar. Te pueden llevar preso, me dijo.
Me asusté, claro –preso a los once años, carajo, ya por entonces no me gustaban los vigilantes-, pero seguí cantando hasta que mi vieja amenazó con pasar a la acción directa y darme vuelta la cara de un sopapo.
Dejé de cantar, ya medio afónico.
Pero esa noche, mi viejo se sentó a la mesa y comió callado, con el sombrero puesto. Como si todavía hubiera estado en la cancha, mirando ganar a Ríver.

viernes, febrero 06, 2009

ENRIQUE LACOLLA


En estos días, en que el periodista Nelson Castro es presentado a la opinión pública como víctima de censura en un medio de prensa privado -que estaría actuando como pantalla del kirchnerismo-, vale recordar opiniones de Enrique Lacolla, a quien no sólo se le censuraron notas como ésta en "La Voz del Interior" sino que además se lo despidió de ese diario, sin que ningún medio de prensa nacional se hiciese eco de la medida.
Cabe agregar que el diario cordobés -el de mayor circulación en la provincia- pertenece al Grupo Clarín.
La sedición del “campo”
Por ENRIQUE LACOLLA
La insurrección sojera revela la necesidad de contar con una política de desarrollo integral para el país. La rebelión de un sector del campo contra el grueso de la sociedad, puesta de manifiesto por las concentraciones de esta semana, es expresiva de un viejo problema argentino: la irreductible hostilidad de la clase alta a toda redistribución del ingreso que remotamente afecte sus bolsillos, y a la inconsciencia y el seguidismo de un buen sector del medio pelo porteño y de los productores rurales medianos, incapaces de diferenciar sus intereses de los de la Sociedad Rural y atentos sobre todo a los réditos que deducen de unas explotaciones que representan una escasa o nula inversión tecnológica y que, amén de no concentrar mano de obra, suponen un grave peligro ecológico que, si no es atendido con cuidado a través de la necesaria rotación de los cultivos, arriesga destruir la feracidad de nuestro suelo. El papel de estos sectores es servir de ariete seudo popular para exteriorizar una protesta que, en el fondo, deviene del modelo sistémico impuesto por el neoliberalismo, que a partir de 1976 barrió con la mitad de los productores agropecuarios, permitiendo la recuperación, por la oligarquía y las transnacionales, de inmensas cantidades de terrenos, que antes habían sido un modelo de producción de alimentos, “para reemplazarlos por un modelo factoría productor de forrajes baratos para la exportación”, como expresa la declaración del Movimiento de Campesinos de Santiago del Estero. Que este “detalle” no haya sido asimilado por los productores de la Federación Agraria dice mucho de la miopía a que induce la ignorancia de la historia. No voy a solidarizarme a pleno con el gobierno, que ha dejado tantos frentes abiertos por su inhabilidad para atender a los reclamos de los pequeños productores y por su actitud de dejar hacer ante la exteriorización de las protestas ilegales que comenzaron con los cortes de ruta protagonizados por los piqueteros “paquetes” de Gualeguaychú; pero el aumento parcial de las retenciones es parte de un intento –positivo– para desalentar el monocultivo de la soja transgénica forrajera. Ambigüedad El problema reside, sin embargo, en la ambigüedad de la política estatal, que no termina de romper con el modelo neoliberal que asignó a la Argentina un papel de proveedor de alimentos de baja calidad explotados por los lobbies transnacionales y terratenientes. Esa política no se determina a transferir parte de la riqueza generada por ese diseño productivo primario a la construcción de un país integrado y basado en la tecnificación y diversificación del campo y en la recreación y potenciación de la industria nacional, la única que puede terminar con el desempleo y poner al país en un pie de igualdad tecnológica con los países desarrollados del mundo. Es difícil que una actitud semejante sea asumida por el gobierno, sin embargo, debido a una ambivalencia ética que le permite hacer coincidir, por ejemplo, la entrega de los yacimientos de la cuenca del Golfo de San Jorge, en Santa Cruz, con un discurso nacionalista que nunca termina de encarnarse en actos y en programas que pongan las cosas en claro; que diseñe un proyecto nacional y que designe a los enemigos de este. Sin embargo, creo que en este momento es importante recalcar que, pese a sus defectos, el gobierno de Cristina Fernández está consagrado por una abrumadora mayoría electoral, que se configura como la única autoridad nacional legítima y que el Estado debe hacerse respetar frente a las fuerzas que, de una u otra manera, han encarnado el proyecto neoliberal repudiado por la masa del país. La cabeza política más visible de la oposición parece estar dispuesta sin embargo a recabar el apoyo de los más distinguidos personeros de ese proyecto. Resulta chocante, en efecto, que Elisa Carrió, autoerigida en arquetipo de la autoridad moral en el país, pueda asociarse a nombres como los de Mauricio Macri y Ricardo López Murphy, expresivos de ese modelo, y suscite además las simpatías del menemismo y el cavallismo... Estamos en presencia de un intento de desestabilizar la situación política que puede estar dirigido, inclusive, al derrocamiento del gobierno. Muchos de los participantes de la manifestación nocturna del martes pasado, hasta cierto punto orquestada por la televisión privada, deben haber pensado en reeditar la pueblada del 19 de diciembre de 2001. No toman en cuenta, sin embargo, que por entonces se estaba en un país envuelto en una auténtica crisis, mientras que hoy esta es artificial y determinada por un lock out patronal derivado del apetito por una mayor apropiación de las ganancias. La diferencia es esencial y pone un límite a la protesta. Esta sólo podrá prosperar si el gobierno nacional depone sus responsabilidades y no articula una respuesta. Es hora de que la encuentre.

martes, febrero 03, 2009

DOSCIENTOS AÑOS DE ARGENTINA




Nota publicada en 2007, en revista "Contrapunto de América Latina"

El 25 de mayo de 2010 Argentina celebrará –presumiblemente con fastuosas ceremonias- su cumpleaños número doscientos. Dos siglos han pasado desde que un grupo de intelectuales, políticos, clérigos y militares salieron a la luz pública para anunciar que la colonia española más austral del continente americano ya no acataría las leyes de la metrópoli imperial.
A partir de ese día, la historia de mi país, como la de tantas naciones que atravesaron procesos similares, fue pródiga en enfrentamientos y aventuras políticas de toda clase. Casi dos siglos después, Argentina sigue siendo banco de pruebas de experimentos sociales y económicos, tribuna abierta a los que proclaman supuestas virtudes del pasado y preanuncian bondades del porvenir con una elocuencia que rara vez se compadece con las condiciones del siempre conflictivo tiempo presente.
El aludido Bicentenario –así, con mayúsculas, se lo promueve ya como atracción turística- abrirá una competencia desenfrenada de discursos, homenajes, revisiones del pasado y pronósticos de todo tipo. Para eso sirven los aniversarios -si lo sabrá el periodismo, que resucita temas y personajes siguiendo la pauta del calendario-. No le van a la zaga los funcionarios públicos, los burócratas de diverso pelaje, los políticos oficialistas y los opositores, que ven en estas fechas su oportunidad de lucirse, de hacer campaña aunque no haya ese año elecciones, de posicionarse ante la opinión pública aprovechando el espacio de difusión y debate que circunstancialmente se abre.
No está mal que esto suceda. Es una de las pocas ocasiones, al menos en Argentina, en las que el discurso político eleva sus miras por sobre lo contingente, lo inmediato, para otear el horizonte, intentar una visión de largo plazo, tratar de definir qué ideas y proyectos regirán el siguiente siglo. Basta con echar una mirada a los registros del primer Centenario, en mayo de 1910: visitas reales, gobernantes de los países más poderosos pavoneándose en carrozas y aclamados por una población, la de la ciudad de Buenos Aires, ávida de recibir a figurones notorios en una ciudad que recién comenzaba su despegue urbanístico y abandonaba su condición de "gran aldea" para empezar a vestir los fastos que la ubicarían como "la París de Sudamérica".
En la celebración de ese primer Centenario, mi país era todavía un enorme desierto. La posibilidad de integrar a su población originaria en un proyecto común, si alguna vez se barajó, fue reemplazada por campañas militares de exterminio que, lanzadas a una suerte de "limpieza étnica" de los territorios al sur del río Salado, aniquilaron poblaciones indígenas y tomaron posesión de unas tierras cuyas despobladas superficies aún hoy producen asombro por su inmensidad. La llamada "Campaña del Desierto", que los manuales escolares reivindican como avanzada de la civilización, fue una expedición militar ganada de antemano. La barbarie, que Domingo Sarmiento oponía dialécticamente a la civilización –encarnada esta última por las tropas militares- estaba representada en el ideario del usurpador blanco por culturas de enorme apego a su tierra, dueñas de una apasionante cosmogonía, trituradas en batallas desiguales y en pos de una organización social cuya injusticia quedaría demostrada con el paso del tiempo.
A menudo se cita con acierto al conquistador español como el ejecutor de la devastación sufrida por las civilizaciones originarias de América, que acabó enterrando y confinando a reservaciones y museos los restos de sociedades tan deslumbrantes como la de los incas, mayas o aztecas, por citar las más conocidas. Pero puede y debe decirse que, por lo menos en mi país, a la naciente burguesía agraria y comercial no le tembló el pulso para asentar su poder en el exterminio de quienes se resistían al desalojo de unas tierras que habían habitado durante siglos, que habían trabajado para su sustento pero con las que también supieron establecer una relación mística, de profunda raíz religiosa, que conquistadores y usurpadores no supieron ni quisieron comprender ni respetar.
El primer Centenario encontró entonces a una Argentina constituida por lo que Ezequiel Martínez Estrada definiría más tarde como "la cabeza de Goliat" –su capital, la vanidosa Buenos Aires- y un territorio de algo más de cuatro millones de kilómetros cuadrados muy poco poblados, con ciudades cabeceras de distrito que crecerían de modo dispar, aunque siempre muy lejos del desarrollo que tendría la "ciudad puerto", la metrópoli aduanera por excelencia que absorbería como un filtro los recursos de sus hermanas menores. Si hasta Córdoba -cuna de la Reforma Universitaria, que daría origen a una experiencia revolucionaria en materia educativa, inaugurando un sistema de puertas abiertas a las capas más humildes de la población- vería postergado su desarrollo autónomo, entorpecido por un sistema político que se presenta como federal y practica aún hoy un centralismo cerril, del cual resultan beneficiarios sectores cuya constitución e intereses poco han variado. Esos sectores, ligados a la producción agrícola y ganadera de la llamada "pampa húmeda" –provincia de Buenos Aires, sur de Córdoba y de Santa Fe-, concentran los réditos de la tajada más gruesa del PBI nacional.
Esta situación poco ha variado desde aquel primer Centenario, en 1910. La feracidad de unas tierras que en los comienzos del siglo veinte permitieron ubicar a la Argentina entre las naciones más ricas, exacerbó la voraz ambición de una casta privilegiada que, a la manera de los magnates petroleros de Arabia Saudita o de Kuwait, se opuso tenaz y eficientemente a los intentos de transferir parte de esos recursos para alcanzar un desarrollo más armónico del país.
Su oposición no se limitó a la actividad parlamentaria, paradigma, por lo demás, de una democracia pluralista de la que siempre desconfió y cuya consolidación saboteó cada vez que pudo. Diez años después del primer Centenario, tropas del ejército fusilaron a mansalva a obreros rurales, por el "delito" de pretender organizarse sindicalmente en contra de los abusos patronales, en episodios que el escritor Osvaldo Bayer rescató para la memoria común en un conmovedor trabajo de investigación, "La Patagonia trágica". Si antes habían sido los indios, ahora el enemigo eran los trabajadores asalariados, a los que había que disciplinar para que acataran condiciones laborales indignas y abortar, de paso, cualquier otro intento de organización obrera.
El uso frecuente y exitoso de la violencia cebó el paladar de los latifundistas. El ejemplo de la Patagonia soliviantó los espíritus en las reuniones de círculos y sociedades ruralistas, y extendió rápidamente su influjo a las otras regiones del país, con epicentro siempre en la más rica y poderosa, la pampa húmeda.
Un año antes de la masacre patagónica, la propia Buenos Aires había sido escenario de otra tragedia anunciada, cuando una huelga obrera en los talleres metalúrgicos "Vasena" fue salvajemente reprimida, dejando como saldo una cantidad de muertos nunca precisada pero no inferior a los doscientos. Dos datos para destacar: los talleres cuya política salarial originó el conflicto en Buenos Aires eran propiedad de una familia que en la década del sesenta aportaría a uno de sus miembros, Adalberto Krieger Vasena, para tratar de encerrar otra vez a la actividad productiva argentina en los corrales de una economía pastoril: sucedió bajo la dictadura militar autodenominada "Revolución Argentina", de inspiración franquista y liderada en esa etapa por el general Juan Carlos Onganía. El otro dato, no menos ilustrativo de la conjunción de intereses entre las burguesías agraria e industrial –más allá de sus diferencias-, es que la represión en la Patagonia y en Buenos Aires en la década del 20 se produjo bajo la vigencia de un gobierno democrático, el de Hipólito Yrigoyen. Junto con Perón, Yrigoyen es considerado uno de los dos líderes populares por excelencia, surgidos de elecciones con una gran participación obrera. Que la salvaje represión se haya ejecutado bajo el gobierno del primero de los nombrados marca una de las contradicciones fundacionales de Argentina: no sólo las oligarquías rurales e industriales, sino también amplios sectores de la creciente clase media urbana, vivieron con desconfianza y temor la llegada al país de sucesivas oleadas de inmigrantes europeos. Si bien la política oficial fomentaba estos flujos, indispensables para empezar a poner en marcha una nación que, como se dijo inicialmente, era en la práctica un desierto, también azuzaba el fantasma de las ideologías "contrarias al ser nacional" que, como una peste, desembarcaba en el puerto de Buenos Aires con cada remesa de inmigrantes.
No le faltaba razón al poder dominante. De hecho, las grandes luchas obreras de la primera mitad del siglo veinte en la Argentina estuvieron lideradas por dirigentes anarquistas y marxistas. El temor a que la revolución bolchevique encontrara en estas tierras sus epígonos y promotores fue la excusa perfecta para ejecutar los sucesivos golpes militares y dio lugar a la gestación de un fenómeno cuya definición siempre fue esquiva a los esquemas y que aún hoy despierta polémicas: el peronismo.
Equivalente a la década del ´90, en la que al amparo de una corrupción nunca vista se desmanteló el estado y creció exponencialmente la desocupación, la década del ´30 es recordada por los historiadores como "la década infame". El despojo y la entrega de recursos estratégicos al imperialismo inglés alertó a los militares nacionalistas que, mientras Europa libraba su guerra contra el nazismo, fundaron el GOU, una secta intracuartelera en la que un ignoto oficial estrenaría sus primeras armas como conspirador político: el coronel Juan Perón.
Proyectado por sus camaradas de armas a una función pública desde la que se granjearía el aprecio de los sectores más desposeídos de la población, cuando estos mismos camaradas quisieron cortarle las alas ya fue tarde. Con la sagacidad de un Rommel, Perón se propuso conquistar el desierto de la política argentina, cabalgando sobre las vacilaciones y habituales contradicciones de una izquierda cuya principal equivocación histórica fue identificarlo con el fascismo europeo en derrota. La coyuntural alianza de esa izquierda con la potencia triunfadora, los Estados Unidos, le sirvió en bandeja al peronismo el manjar de un complot antiargentino, argumento al que, bajo otras condiciones, acudiría para justificar sus tropelías tres décadas más tarde la última y más sangrienta de las dictaduras.
Determinar si Perón fue inicialmente un fascista perdió relevancia ante la contundencia de un fenómeno político que cobró vida propia dando a amplias masas obreras y campesinas el protagonismo que hasta entonces la república oligárquica les había negado. Derrocado violentamente Perón en 1955 –tras un bombardeo a la Plaza de Mayo que dejó un tendal de más de un centenar de muertos civiles, sorprendidos por el ataque en pleno día laborable de aviones de la marina de guerra-, sobrevino para el movimiento de masas una etapa de persecución y ostracismo. Perón se exilió finalmente en España y sólo regresaría a Argentina casi veinte años más tarde, para hacerse cargo de un poder que ya no podría retener, acosado por la enfermedad y por el sabotaje de los sectores más oscurantistas del movimiento que como hongos venenosos habían crecido a su sombra.
El peronismo en su segunda etapa de poder se desmoronó en un par de años, emponzoñado por el fascismo con el que había coqueteado para contener a los sectores más radicales del movimiento y bajo la embestida, cuándo no, de la oligarquía agroganadera que alimentaba ya los fuegos de una nueva dictadura ultra liberal.
La noche del llamado "Proceso de Reorganización Nacional" tiñó de sangre al país, diezmó a toda una generación de militantes políticos, sindicales y revolucionarios que, al influjo de diferentes opciones ideológicas, habían soñado con la posibilidad de un cambio y habían empezado a organizarse para lograrlo. El terrorismo de estado fue tan sangriento como eficaz en su barbarie. No sólo destruyó toda resistencia al regreso de la economía pastoril que reclamaban las oligarquías; también desarticuló las complejas tramas de organización popular que se habían empezado a urdir a comienzos de los ´70.
La aventura militar de Malvinas acabó en derrota y el poder militar inició un largo proceso de decadencia. El regreso de la democracia en 1983 y los juicios a las Juntas militares responsables de la matanza se dieron en el contexto de una economía jaqueada por la desastrosa conducción anterior pero, sobre todo, por la crisis desatada a nivel internacional desde que, en 1983, México repudió su deuda externa. La llamada "crisis de la deuda" acorraló y llevó a vía muerta diversos intentos de recuperar el terreno perdido. En 1989, los beneficiarios del orden conservador estuvieron otra vez de parabienes: una salvaje hiperinflación obligó al primer gobierno de la recuperación democrática a la entrega anticipada del poder. Y en la nueva década infame, un político que hasta entonces la sociedad oligárquica había despreciado, Carlos Menem, fue ungido por ella misma como el paradigma de una supuesta nueva época fundacional.
La devastación económica y social de la última década del siglo veinte produjo la Argentina que hoy conocemos, con la mitad de su población bajo la línea de flotación de supervivencia, una nave cargada de náufragos sociales que evoca a las que, atiborradas de fugitivos de la guerra en los Balcanes y la miseria africana, llegaron y llegan aún al continente europeo.
Hoy la Argentina sigue creciendo, beneficiada de nuevo por los precios internacionales de las materias primas que exporta. De nuevo hay una clase propietaria y productora abismalmente enriquecida que, en lugar de soportar a disgusto administraciones que tratan de conciliar sus propios negocios corruptos con una más equitativa distribución de la riqueza, preferirían entronizar a sus propios títeres en el gobierno.
A cien años de aquel primer Centenario en el que mi país se presentaba al mundo como una inminente potencia, Argentina ha demostrado ser un resistente banco de pruebas para los más perversos ensayos del siempre activo laboratorio económico y social. Miles de compatriotas han dado sus vidas intentando torcer este rumbo trágico, cientos de miles han sucumbido por la implementación de políticas del capitalismo salvaje, millones sobreviven hoy sin esperanzas pero son muchos más los que atisban lo que el lugar común define como "una luz al final del túnel".
Cuando en 2010 los funcionarios y los magnates de la tierra estrechen sus manos para la foto del segundo aniversario, sería bueno recordarles que el mundo es un sistema de vasos comunicantes, que así como no habría países ostentosamente ricos sin la transferencia de recursos que los países devastados por la descarada explotación colonial y neocolonial efectúan a sus bancas, tampoco ellos, esos ensoberbecidos magnates, deberían felicitarse unos a los otros de haber contribuido a la construcción de una nación civilizada.
Demasiada ruina, demasiados escombros sepultan aún las voces y oprimen el corazón de los que sobreviven en la precariedad y el abandono. Por una vez, y para empezar a enmendar tan triste realidad, habría que romper los discursos laudatorios del pasado y acallar las proclamas dirigidas al porvenir para empezar a ocuparse del presente. Con realismo, honestidad y trabajo. Con el ejercicio pleno y constante de la democracia, sin promesas de refundaciones, nuevas repúblicas, revoluciones argentinas ni otros eufemismos que sólo enmascaran la impotencia para edificar una sociedad menos injusta y cruel.
A doscientos años del nacimiento de Argentina, el desierto no ha sido conquistado.

lunes, febrero 02, 2009

LETRAS MAYORES




Tal vez porque me descubrió un mundo cortazariano antes de leer a Cortázar, quizás porque sus textos ya no ocupan alguna página de los suplementos culturales de los diarios, porque no se la nombra, no se dice que sus cuentos son mejores que los de Silvina Ocampo, que su talento -reconocido por numeros premios no amañados- cayó en la trituradora nacional.
Recomiendo buscarla, la editó Losada, Emecé, el hoy desaparecido Centro Editor de América Latina, tiene que estar en librerías de viejo de la calle Corrientes, tal vez algún sello independiente la rescate y vuelva a editarla, vale la pena entrar en su mundo, navegar en sus relatos que nunca te dejan indiferente.
Sus libros: Detrás de las columnas (Losada, 1967), Los días de suerte (Emecé 1968), Los trabajos nocturnos (Centro Editor de América Latina, 1971), Madán ( Celtia 1984), Ciudad sobre el Támesis ( Legasa 1989) y Parque de animales (Catálogos, 1998).
Nació en La Plata, en 1936, y murió en 1999, en la ciudad de Bahía Blanca. Se llama Amalia Jamilis.