martes, junio 30, 2009

¿VOTASTE? MORITE


Ya está. Votaste y celebramos o lloramos. ¿Rebrote de la gripe chancha? Lleva dos meses jodiendo. Pero no íbamos a ponernos barbijos para hablar de lo que no sabíamos. Y además... ¿qué candidato a nada escondería su dentífrica sonrisa para seducir a sus probables electores?
Tampoco ahora sabemos nada. Pero hablamos. Hoy abriste el diario, encendiste la radio o la tele y nadie habla de otra cosa.
¿Creíste que la campaña era en serio? No jodas, jodete. Nuestros discursos son de salva. Sí, salva salvate. ¡Qué risa! ¿Ya votaste? Morite.

jueves, junio 18, 2009

RUSARRULETA



Tres amigos. Sólo uno quiere morir pero no encuentra, dice, el valor. Decidimos ayudarlo, darle coraje. Para eso no sirven las palabras sino las balas. Una entre seis, como corresponde, y a girar el tambor del revólver. Si le toca al que quiere irse, mejor. Si no, se irá alguno de nosotros dos: no tenemos apuro pero para eso somos amigos. La adrenalina de los primeros intentos se agota en los sucesivos fallos y va dejando paso al aburrimiento, primero, y luego al cansancio. Desde las cuatro de la tarde que intentamos matarnos, son las diez de la noche y no ha salido un solo disparo. Revisamos mil veces la bala, la cambiamos otras tantas, revisé el revólver, está en perfecto estado, propongo bajar a comer algo, antes que cierren las cantinas.
Comemos y bebemos, vuelven los buenos días de la juventud, amores, desencuentros, alguna mujer que se metió en nuestras vidas nada más que por desunirnos o quedarse con algo que no pudo encontrar. Era bella, era entonces inolvidable. El cantinero avisa que ya cierra, es casi medianoche, pagamos y salimos.
Vuelve cada uno a su departamento del mismo edificio, vivimos solos, los tres, mujeres a veces pero más que nada, recuerdos. A las tres y cuarto de la madrugada me levanto al baño, el estampido en el piso de arriba se monta en el ruido del depósito de agua vaciándose, agua roja, sanguinolenta, que en apenas un par de minutos, cuando el depósito acabe de llenarse, será clara otra vez.
Vuelvo a mi cama. Sobre la mesa de luz, el revólver. Abro la ventana, giro el tambor y disparo al aire. Dos tiros, dirán mañana los que oyeron. O tal vez uno, y su eco, como una sombra tardía.

martes, junio 16, 2009

NUESTRO GUERNICA

Cerca del mediodía, el presidente Juan Domingo Perón salió con cierto sigilo de su despacho en la Casa Rosada y se ubicó en el asiento trasero de un auto que arrancó, veloz, en dirección al sur. El viaje fue brevísimo. Perón entendió que el edificio Libertador, entonces Ministerio de Guerra, a sólo 150 metros, era un refugio adecuado para sortear el que al cabo sería el levantamiento golpista más cruento de la historia, a la vez que un intento de magnicidio carente de sutileza alguna, ya que para intentar matarlo se bombardearon desde el aire la Plaza de Mayo, la Casa Rosada, la avenida Paseo Colón, la Avenida de Mayo, el Congreso, la residencia presidencial (donde ahora está la Biblioteca Nacional) y todas las adyacencias. Las bombas y metrallas de la aviación naval causaron entre la población civil alrededor de 300 muertos y un millar de heridos. (Crónica del diario "La Nación", de Buenos Aires)

Hace hoy 54 años, aviones de la marina de guerra argentina bombardearon y ametrallaron la casa de gobierno y sus alrededores, o sea, la Plaza de Mayo, la misma que dos décadas más tarde fatigarían en busca de respuestas para su dolor las madres de desaparecidos, las heroicas Madres con mayúscula.
Se recuerda, y con justicia, el bombardeo nazi a Guernica. Los argentinos no tuvimos nuestro Picasso. Y la dictadura de entonces, que asaltó el poder tres meses más tarde autodenominándose "Revolución Libertadora", prohibió hasta mencionar el nombre del "tirano" que había sido elegido democráticamente en dos oportunidades.
Alrededor de trescientos ciudadanos, hombres, mujeres y niños, quedaron tendidos sobre las calles que la rodean y en la propia Plaza, la misma en la que, dicen, allá por 1810 se habrían reunido los vecinos de lo que entonces era una aldea del virreinato, para tratar de averiguar qué se tramaba en el Cabildo.
Aquel cruento bombardeo fracasó porque Perón sobrevivió y regresaría, dieciocho años más tarde, en brazos de su pueblo.
Los gobiernos que mal o bien defienden intereses populares pueden ser tumbados con campañas de desprestigio, acoso económico o, cuando todo parece no ser suficiente, a sangre y fuego. Eso hicieron los poderosos de entonces.
Aquel 16 de junio de 1955, Buenos Aires fue Guernica.

viernes, junio 12, 2009

FELICES LOS NIÑOS



¿Qué no habría hecho la Santa Iglesia Católica si en pleno medioevo hubiera tenido a su alcance el manejo de los medios de comunicación, que hoy tienen las grandes empresas periodísticas? Imaginaos, mortales, una Santa Inquisición con canales de t.v., grandes diarios, portales de internet, plantas de papel prensa, políticos a la carta, periodistas cortesanos, ¡cuánto cuarto poder!
Al cura Grassi, creador y fogonero multimediático de la fundación "Felices los niños" (sic & sic) le sacudieron 15 años por pedófilo, aunque como la sentencia no está firme, el padre violador andará suelto por esas calles de su Dios. El problema, con ser grave, no es que el cura condenado en primera instancia no espere la confirmación tras los barrotes, ni siquiera que sea lo que todavía niega ser: un vómito de la especie.
El problema es que sobre ese despojo vuela en círculos el "periodismo independiente" que lo escrachó y condenó en prematura instancia ante la opinión pública, hace años. Son los mismos fiscales mediáticos que, a la hora de investigar de una vez por todas la legitimidad de una adopción en plena dictadura, que habría beneficiado a su patronal cuando los hijos de desaparecidos se entregaban al mejor postor y cuando ese "periodismo independiente" arrimaba tizones a la hoguera del poder, optó por el silencio de los inocentes.
Si de violadores estamos tratando, que a la hostia del desprecio se la traguen todos y no sólo los perejiles con sotana. A la sombra eterna, no a pasear por la vereda más soleada.

miércoles, junio 03, 2009

CAJA NEGRA


Me gusta el mar. Desde pibe jugué con sus olas, nadé por sobre ellas, lejos de la playa, invencible. Me daban risa los que se quedaban en la orilla mojándose apenas el culo o, al avistar la cola de una tonina, gritaban tiburón, tiburón.
Pero le temo cuando ocasionalmente lo cruzo en avión. Me da cosa. Si el avión se viene abajo, que sea sobre tierra firme -me repito, como quien reza. La caída del avión de Air France renueva mi temor ancestral a morir en un medio que no es el propio. ¿No lo es, realmente? ¿Qué se gana muriendo en tierra? ¿Qué se gana temiéndole más a una muerte que a otra, poniéndole disfraces, o no es acaso la misma? ¿Hay respuestas en la caja negra?
El mar me gusta, lo cruzaría a nado si fuera joven y batidor de records entrenado para esas boludeces, me gusta navegarlo aunque esté encrespado.
Pero caer en él desde más allá del crepúsculo, abismarse hacia el silencio y el frío, eso no es morir. Y habrá alguien viéndonos caer, pidiendo tres deseos.