miércoles, junio 03, 2009

CAJA NEGRA


Me gusta el mar. Desde pibe jugué con sus olas, nadé por sobre ellas, lejos de la playa, invencible. Me daban risa los que se quedaban en la orilla mojándose apenas el culo o, al avistar la cola de una tonina, gritaban tiburón, tiburón.
Pero le temo cuando ocasionalmente lo cruzo en avión. Me da cosa. Si el avión se viene abajo, que sea sobre tierra firme -me repito, como quien reza. La caída del avión de Air France renueva mi temor ancestral a morir en un medio que no es el propio. ¿No lo es, realmente? ¿Qué se gana muriendo en tierra? ¿Qué se gana temiéndole más a una muerte que a otra, poniéndole disfraces, o no es acaso la misma? ¿Hay respuestas en la caja negra?
El mar me gusta, lo cruzaría a nado si fuera joven y batidor de records entrenado para esas boludeces, me gusta navegarlo aunque esté encrespado.
Pero caer en él desde más allá del crepúsculo, abismarse hacia el silencio y el frío, eso no es morir. Y habrá alguien viéndonos caer, pidiendo tres deseos.

2 comentarios:

  1. No me considero temeroso al subirme en avioes, pero cruzar el charco me produce mucho respeto. Como dices, el abismo del océano da mucho miedo. Absurdo, pero es así.

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  2. Tal vez haya algo religioso, que negamos, de tan progres. Ya que no tememos a quien negamos, digo. Mientras se pueda, mantenerse a flote, no queda otra.

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