Hoy Córdoba es cuarteto, gobernadores chorros y vacilantes ante el poder central, hoy Córdoba es gueto de antiporteñismo hueco y gritón, ruralistas ensoberbecidos, política retrógrada, frustración.
Ayer fue otra cosa. En mayo de 1969, a un año del tan cacareado "mayo francés", Córdoba mostró a los milicos, a la clase media pijotera que los había apoyado y de paso al mundo, que la revolución no tenía nada que ver con tanques rusos en Praga o Varsovia, que la revolución es el pueblo en la calle, los obreros, los estudiantes, los curas tercermundistas, exigiendo, poniendo el cuerpo, jugándose el pellejo por quitarse de encima a las dictaduras.
La insurrección popular acorraló al proyecto neofranquista de la "Revolución Argentina" fogoneado por los dueños de la tierra y comandado por la morsa Onganía, contagió a Rosario, a Corrientes, a Mendoza, a Tucumán, la epidemia de esperanza ya no pudo ser abortada por las diferentes intervenciones y aprietes del fascismo criollo. Tuvieron que pasar siete años, hasta 1976, para que la derecha regresara de sus cavernas con todo el arsenal yanqui y el apoyo desembozado de la contrainteligencia francesa, para aplastar a sangre y terror a una generación que, con sus errores y desmesuras, había desnudado al sistema como lo que fue y sigue siendo: un aparato infernal, represivo, que muta según las demandas populares en padre tolerante o en carnicero serial.
Pasaron apenas cuarenta años. Vos eras pendejo de pantalones oxford, vos, una querubina de minifaldas, yo, poeta por hambre de palabras que no encontraba. Pedro y Pablo componían la "Marcha de la bronca", al cabezón Guarany le bombardeaban la casa todos los meses pero seguía berreando sus desafinadas baladas protestonas: estamos prisioneros, carcelero, yo de estos torpes barrotes, tú del mieeedooo... Los Olimareños cantarían su "Cielito del ´69", con un arriba nervioso y un abajo que se mueve.
Atilio López, Agustín Tosco, René Salamanca y tantos otros escribirían en Córdoba con movilizaciones, huelgas, palos y cárcel las páginas de la lucha obrera por sindicatos combativos y un proyecto de convivencia superador del capitalismo rapiñero.
Córdoba es hoy lo que es la Argentina: contradictoria, mezquina, que se vayan todos o que se vaya Cristina, ricos a los countries y pobres a sus pozos de miseria y paco. Pero puede cambiar, volver a ser, rewind. Hoy, cuando se cayó el Muro, las torres, el mundo, el cordobazo apenas si cumple cuarenta.
No soplés velitas por la Córdoba insurgente, que el viento las apague si el pueblo se repliega o las reavive si la resistencia popular no ha muerto, hasta propagar el fuego y quemar de raíz los bosques del olvido, la celebración pacata, las lágrimas perdidas y los sueños por los que seguimos viviendo, tal vez ya demasiado. Pero nunca lo suficiente.
Ayer fue otra cosa. En mayo de 1969, a un año del tan cacareado "mayo francés", Córdoba mostró a los milicos, a la clase media pijotera que los había apoyado y de paso al mundo, que la revolución no tenía nada que ver con tanques rusos en Praga o Varsovia, que la revolución es el pueblo en la calle, los obreros, los estudiantes, los curas tercermundistas, exigiendo, poniendo el cuerpo, jugándose el pellejo por quitarse de encima a las dictaduras.
La insurrección popular acorraló al proyecto neofranquista de la "Revolución Argentina" fogoneado por los dueños de la tierra y comandado por la morsa Onganía, contagió a Rosario, a Corrientes, a Mendoza, a Tucumán, la epidemia de esperanza ya no pudo ser abortada por las diferentes intervenciones y aprietes del fascismo criollo. Tuvieron que pasar siete años, hasta 1976, para que la derecha regresara de sus cavernas con todo el arsenal yanqui y el apoyo desembozado de la contrainteligencia francesa, para aplastar a sangre y terror a una generación que, con sus errores y desmesuras, había desnudado al sistema como lo que fue y sigue siendo: un aparato infernal, represivo, que muta según las demandas populares en padre tolerante o en carnicero serial.
Pasaron apenas cuarenta años. Vos eras pendejo de pantalones oxford, vos, una querubina de minifaldas, yo, poeta por hambre de palabras que no encontraba. Pedro y Pablo componían la "Marcha de la bronca", al cabezón Guarany le bombardeaban la casa todos los meses pero seguía berreando sus desafinadas baladas protestonas: estamos prisioneros, carcelero, yo de estos torpes barrotes, tú del mieeedooo... Los Olimareños cantarían su "Cielito del ´69", con un arriba nervioso y un abajo que se mueve.
Atilio López, Agustín Tosco, René Salamanca y tantos otros escribirían en Córdoba con movilizaciones, huelgas, palos y cárcel las páginas de la lucha obrera por sindicatos combativos y un proyecto de convivencia superador del capitalismo rapiñero.
Córdoba es hoy lo que es la Argentina: contradictoria, mezquina, que se vayan todos o que se vaya Cristina, ricos a los countries y pobres a sus pozos de miseria y paco. Pero puede cambiar, volver a ser, rewind. Hoy, cuando se cayó el Muro, las torres, el mundo, el cordobazo apenas si cumple cuarenta.
No soplés velitas por la Córdoba insurgente, que el viento las apague si el pueblo se repliega o las reavive si la resistencia popular no ha muerto, hasta propagar el fuego y quemar de raíz los bosques del olvido, la celebración pacata, las lágrimas perdidas y los sueños por los que seguimos viviendo, tal vez ya demasiado. Pero nunca lo suficiente.
Te acordas Flaco eramos Inmortales. Salud R.
ResponderEliminarPd.¿que hago con el Lagrimon?
Seguimos siéndolo, compañero. No está escrito que vayamos a morir.
ResponderEliminarAbrazo.
Casualmente Pedro y Pablo se presentan en estos dias festejando los 40.
ResponderEliminarMas Salud R.