jueves, diciembre 09, 2010

LADRONA

No eres poeta. Pero has salido a buscar los versos que ella se llevó una tarde, una estrofa copiada de apuro, en la media luz de una biblioteca pública y mientras afuera llovía escandalosamente, y que le llevaste, en una cuartilla que el agua transformó en una rosa sin esperanza, pero que sin embargo renació al tomarla ella con su mano cáliz y rozarla con sus dedos pétalos.

¿Dónde hallarlos? Un policía te dice que los ha visto, sí, abrazados a una mujer de reputación dudosa, que la poesía ya no es lo que era si alguna vez lo ha sido, no te importa, sigues buscándolos.

Agotado ya de andar y andar, entras en la comisaría y haces por fin la denuncia. Un policía -tal vez el mismo, porque todos se ven iguales- te pregunta qué clase de robo vienes a denunciar. Unos versos, una estrofa -dices. "¿Quién es la ladrona?" Ella -dices, sin dudar, y el policía: "Ajá, ¿qué versos?" Y tú: Pongo estos seis versos en mi botella al mar, con el secreto designio de que algún día llegue a una playa casi desierta y un niño la encuentre y la destape y en lugar de versos extraiga piedritas y socorros y alertas y caracoles. "Ajá", el policía, "pero eso no es suyo, es de Benedetti. El ladrón es usted".

No vas preso. Pero te condenan a buscarla y a escribirle cada día, como si la hubieras recuperado y el don de nombrarla fuera tuyo.

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