lunes, diciembre 13, 2010

JAURÍAS

No digo que no puedas hablar de amor. Ni que tampoco puedas contar que te levantaste tarde, que tenés fiaca de escribir, que por un día te vas de vacaciones de vos mismo. Todo eso se puede y lo intento, porque vivo lejos, aislado aunque nunca lo bastante, de una información que te persigue como la jauría de los guardiacárceles a los evadidos.

No hay manera de escapar a los perros de la información. Que, encima, muerden mal, con rabia y falsedad: los colmillos que te clavan son de acrílico. "Guerra de pobres contra pobres", te dicen, cuando la realidad -si hay alguna que sea un poco menos mentirosa- es que Argentina sigue siendo una nación del tercer mundo, con millones de personas a merced de los poderosos de turno, y que a menudo son usadas, como los ejércitos, para dar batallas que no les pertenecen, que los diezman, que los aniquilan de a uno y de a cientos también, los desesperanzan, los mutilan.

Por eso no digo que no puedas hablar de amor.

Pero qué amor, dónde.

Y antes, o después, de una mala muerte.

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