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LOBITA
Quiso ser modelo, Lobita. Apenas le crecieron las tetas se creyó Claudia Schiffer pero sintió que el mundo se le había puesto en contra cuando la rebotaron en el primer casting.
Después intentó con la tele, fue a un aviso en el que pedían caras nuevas para una novela rosa pero sospechó que algo andaba mal cuando advirtió que los seleccionadores prestaban más atención a su culo que a su cara. Una amiga de la infancia le dio por fin la dirección de la productora en la que, le dijo, te aceptarán seguro, Lobita.
Tenés los labios y el cuerpo perfecto para actuar con nosotros, Lobita -le dijo el productor, un espermatozoide con jeans y remera. En cuatro días filmó su primera película y ese mismo fin de semana se buscó en las tapas de "Gente" y de "Caras", pero recién se descubrió un mes más tarde, no en la tapa sino en las páginas interiores, entre una docena de aspirantes al glamour y la fama de las estrellas. Tampoco la revista era Gente ni Caras, sino un folletín de mano a dos colores y papel reciclado que le regaló un taxista cuando la reconoció.
Se la olvidó un pasajero -dijo el taxista-. Y apenas subió, me dije: esta mina es la de la revista.
Con el calor de las mejillas las lágrimas hirvieron y las letras rojas bailaron en ellas como fideos en el caldo. Buenos Aires Hot, se llamaba el folletín y tuvo que bajar del taxi, correr al baño de un bar de mala muerte y echarse a llorar sobre el inodoro, como quien vomita.
El taxista, al que le había pedido que la esperara, se fue sin cobrarle el viaje.
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