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BLA BLA BLA y BANG BANG BANG
Otra vez la pena de muerte. Sin debate, a puro exabrupto. La prensa vuelve a hacer su agosto sangriento con temas que lanza al ruedo mediático sin seriedad, como es costumbre. Ahora aprovechan el brulote de una ex modelo publicitaria y ya añeja conductora de un mamarracho televisivo, quien reclamó la muerte para los asesinos de un colaborador.
¿Quién no piensa en matar al que mata, cuando la víctima es alguien a quien queremos? Otra cosa es el estado, las normas que nos permiten, precisamente, vivir sin cazarnos uno al otro para quitarnos la comida, los bienes, los afectos.
Con treinta mil desaparecidos, con miles más de torturados y encarcelados que apenas si han logrado salir del infierno, todo ello sin garantía jurídica alguna, a plena ley de la selva y desde un estado totalitario hasta 1983 y con gatillo fácil en plena democracia, seguimos hablando de la pena de muerte. Reclamándola como a una suerte de solución final para la violencia que corroe a nuestra sociedad.
Brasil sembró escuadrones de vengadores parapoliciales en sus favelas durante décadas y ahí está. Hoy se sigue matando tanto o más que ayer, sólo que los policías clandestinos han sido reemplazados por sicarios precoces y ejecutores de las bandas de narcos.
La presidenta argentina, con su ya proverbial olfato político, salió a ganarse más enemigos al acusar a la justicia por su lentitud en el trámite de los juicios a represores. Si bien no aludió directamente al tema del día, intentó descolocar a los jueces que, rápidos de reflejos, hablaron por boca de una de sus titulares de la Corte Suprema, Carmen Argibay, reclamando lo obvio, lo que está a la vista de todos pero nadie quiere ver: se necesitan más recursos, más jueces. Eugenio Zaffaroni, otro de los jueces supremos, declaró que ni siquiera se penaliza a los menores que delinquen: se los "protege" enviándolos a esos verdaderos campos de concentración que son los institutos de menores, donde los que deberían recibir asistencia y apoyo sicológico sólo perfeccionan sus presuntas artes para robar y matar.
Bla bla bla y bang bang bang serían, en esta mala historieta nacional, las onomatopeyas representativas del discurso hueco e hipócrita y de una práctica que no cesa: la de asesinar a mansalva desde arriba y desde abajo.
Mientras "Cambalache", el tango de Discépolo, siga siendo nuestro himno nacional, seguiremos destruyéndonos unos a los otros, tendiéndole emboscadas sangrientas a la condición humana.
Y Mambo? En qué anda Mambo hoy?
ResponderEliminarC.