Llevaba de manubrio los cuernos de una cabra
atrás, en un carrito, llevaba un pez y un pan...
Y hasta yo, que soy las penas, lloré de alegría bailando bajo aquella luz la polca del ciclista.
Después, no sé por qué lo hicimos...
Con pretensiones de que acá nos encontremos para opinar, hablar de brolis y de naifas, arreglar el mundo -que falta le hace-, confirmar que somos inmortales.
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