viernes, enero 21, 2011

CREPÚSCULOS

La extraña, sobre todo al atardecer, cuando ella y él se sentaban a oír el canto de los pájaros crepusculares, a ver la reverberación de las gotas de la lluvia reciente balanceándose en las ramas de los paraísos. Ella hablaba entonces pero al final de largos silencios, recién entonces y después de destejer la lejana magia del día en que se conocieron, diez años antes, hablaba de ella y de él, con su voz de golondrina y esa mirada que parecía siempre a punto de apagarse pero continuaba encendida, aún en el vértice de los vientos de primavera.

El atardecer languidece y, por fin, la noche se instala entre él, sentado aún frente al mismo jardín, y ella, que regresa a su olvido.

A esa hora ya oscura, que varía según sea primavera u otoño, se felicita de haberla matado.

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