
Apagué la luz, como me lo habías pedido.
Pero en la oscuridad tu voz dejó de ser tu voz, tu cuerpo se extrañó de entre mis brazos y acabé abrazando, y oyendo, resplandores que nunca fueron tibios y voces atrapadas en campanarios.
Al encender la luz no me sorprendió que no estuvieras.
Tampoco, que en la mañana te encontrara durmiendo a mi lado.
En una noche así, puede pasar cualquier cosa, Guillermo.
ResponderEliminarBella imagen, hermoso poema.