
Cuando llegó ella dejaste de ser única. Ya no tenías ante ti a un devoto de tu imagen, a un penitente de tus besos, a un rogador de tu sonrisa, a un amante sin sosiego.
Aprenderás, te dijo: compartir no es tan malo, nos hace mejores personas, el amor es más generoso que quienes lo practicamos, te dijo.
Cuando ella entra ahora furtivamente en tu habitación y se desliza en tu cama, empiezas a entenderlo a él.
Y la abrazas.
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