
Me soñaste.
Lo sé porque desperté sin haberte soñado pero corro a buscar tu foto, tus cartas –sí, tus cartas, no había correos electrónicos cuando vos y yo estuvimos juntos. Y el cuento. Mecanografiado, claro, y firmado de puño y letra por vos con una birome azul.
Una historia muy breve de amores desencontrados, eso es el cuento. Un Romeo y una Julieta a los que no separan Montescos y Capuletos sino las dictaduras. Vos eras muy piba para haber vivido esa trágica historia. Pero cuánto dolor en la escritura, qué terca y sabia esperanza, sin embargo.
Hoy me soñaste. No sé si estás cerca o lejos, ni siquiera si estás viva: los sueños se encarnan en las horas previas al amanecer, deambulan en busca de refugio, la amenaza del día es inminente y huyen.
Abro la ventana.
La lluvia desdibuja la figura de una mujer que se aleja.
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