
Noto cierta confusión. Primero, en mí mismo –la confusión bien entendida empieza por casa-. Y en algunos de mis compañeros escritores que se han vuelto enfants terribles, contestarios, anarcos y fumadores en pipa. Que despiertan cada mañana invitando a darle fuego a la cama en la que han apoliyado, a salir a las calles como los egipcios, a tomar por asalto las pirámides.
Digo que se trata de confusión –y no de vocación revolucionaria- porque, a la hora de las fotos en la prensa y de las medallas, corren a maquillarse, a disputar la frase más ingeniosa, el titular más destacado.
Así no se cambia el mundo, compañeros de las net y las notebuques. Así se arman las comparsas.
No está mal, tan cerca ya de los carnavales.
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