Te levantas, por la mañana. Has dejado atrás un sueño en el que eras feliz. Temes lavarte la cara, es tan volátil la felicidad. "Lo anotaré", te prometes. Pero te demoras, piensas en lo que tienes por hacer y cuando por fin llegas al papel, lo dejas en blanco. A la noche siguiente te llevas el papel a la mesa de noche, un lápiz, apagas la luz. "Es suicidio, no cabe duda, quiso dejar un mensaje", dirá el forense, antes de sorprenderse cuando descubra entre tus tripas una olvidada felicidad.
El poder de la imaginación
Hace 6 días
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