Salís a la noche porteña. Te han dicho que Buenos Aires es “gay friendly”. Y allá vas. Bien producida, vas: lencería, vestido mini, maquillaje completo, tacos altísimos, el culo se mueve como un perrito al que sacaste a pasear y va contento.
Un patrullero –quién otro- te arruina la noche cuando te sorprende meando contra un árbol: documentos, puto de mierda o acaso no te enseñaron que la vía pública no es una letrina.Te manosean, canas hijos de puta, te quieren violar pero el oficial les recuerda que están de servicio, un par de bifes, los cien pesos que llevabas en tu primorosa carterita y a dormir, puto.
Te echás en la cama y prendés la tele. Están repitiendo un programa de cocineros, anotás la receta y esa misma madrugada, desde tu cocina, el aroma de un bizcochuelo y vos cantando, así vestida, y bailando en la cocina.
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