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EXORCISMOS
Otra supuesta urgencia. Sale, el exorcista, con su equipo de siempre. "No olvides el crucifijo", le recuerda su amante y él, harto: "No me esperes despierta". Ha conseguido, al menos, que ella no lo acompañe a cada exorcismo. Le costó convencerla de que es asunto de trabajo, que no hay otra mujer esperándolo, sólo el diablo, el viejo y cansado diablo que, como el exorcista, está harto de su oficio de poseer aquello que no desea.
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