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JUGUETES Y PALOS
Mientras fue presidente, en la primera mitad de los `50, Perón viajaba en tren al interior. "Le tiene miedo al avión", decía la contra, "es un cobarde".
Gracias a su presunta cobardía, y a que el "vagón presidencial" iba enganchado a la cola del largo tren de lejanías, "el Pocho" se asomaba a la plataforma y, cuando el tren pasaba a paso lento por alguna localidad, pueblo o estación en la que la gente se agolpaba para verlo, arrojaba muñecas y pelotas de fútbol. "Demagogo", decían los contreras, mientras el piberío corría a alzarse con los regalos que caían literalmente del cielo.
El "Rayo de Sol", tren expreso con dormitorios a Córdoba, pasaba todas las noches por los fondos de mi casa. Cuando se anunció que esa noche venía con el vagón presidencial, todos nos dispusimos a ligar nuestro regalo. Hasta habíamos acordado con las chicas que, si a un varón le tocaba alzarse con una muñeca, la canjearía gallardamente por una pelota o se la regalaría a la rubia de al lado, según los casos.
Mi padre, que era gorila, dijo que le daba vergüenza que un hijo suyo (yo) fuera a pelearse por un juguete barato arrojado al pasar por el Tirano -porque así, y con mayúsculas, nombraban a Perón, para que todos nos olvidáramos que lo había votado el pueblo-. Fui lo mismo, claro: soñaba con una "número cinco de cuero", aunque tuviera impreso el escudito justicialista que por entonces "aconsejaban" lucir en sus solapas hasta a los contreras.
Puntual, como todas las noches -¡qué tiempos!- asomó su nariz el rugiente tándem de locomotoras a vapor que arrastraba al Rayo de Sol, pito y vapor, pito y vapor, chaca chacachaca chacachaca chacachaca, patinando a veces sus enormes ruedas sobre los rieles, doblándose el enorme gusano luminoso por la curva de la calle Monroe y encarando hacia la estación Drago, donde tampoco se detendría porque ningún tren que fuera a Córdoba perdía el tiempo deteniéndose en los barrios.
Previsores, los pibes y chicas nos apostamos en el potrero, zanja por medio con el terraplén, y al acercarse el tren empezamos a gritar y a agitar los brazos. Había de todo allí: abuelas, tíos, primos y comisarios, mucamas y canillitas, muchos perros y chicos, y hasta algún atildado caballero ganado por ese movimiento fascistoide de cabecitas negras, quién sabe a cambio de qué prebendas o favores. Todos esos rostros reflejaron la luz del tren como la luna la del sol, fascinados por la ilusión de distancia que derramaban esas interminables cadenas de vagones que parecían salones de fiesta en movimiento.
Cuando al fin le tocó el turno de pasar al vagón presidencial, hubo hasta fuegos artificiales, gritos de viva perón, la marchita cantada a pulmón y en solitario por el guardabarreras, griterío de la multitud apiñada en el potrero como en la cubierta del Titanic los inminentes náufragos. Nadie vio a Perón, dirían luego que él no se exponía a que algún fanático lo bajara de un balazo y el que repartía juguetes y saludos era un doble. Pero lo importante sucedió, los juguetes llovieron.
Cuando manoteaba el aire tratando de cazar uno al vuelo, sentí el impacto en mi cabeza, tremendo golpe en mi nuca que casi me desmaya. Un palo, una rama de paraíso pulida hasta convertirla en arma mortal, se había estrellado contra mi baúl de los pensamientos.
Alguien, desde las sombras, la había arrojado contra mí, alguno entre los muchos enemigos naturales de la infancia que sueñan con vernos muertos para lanzarse ellos sobre la rubia que osó alguna vez dejarse besar en la mejilla. Nunca supe quién fue, aunque sospeché de varios y sólo espero que la vida me dé la oportunidad de encontrarlos a la luz del día.
Pero esa noche, con ocho años escasos y ante tamaña frustración, sólo atiné a llorar. Y llorando entré en mi casa, donde mi padre gorila, después de evaluar los daños en mi cráneo infantil, soltó su frase inolvidable:
Jodete, por peronista y por boludo.
Mi flia tambien era gorila.
ResponderEliminarLo mio es apenas oral, gracias a tus escritos me senti representado mas de una vez y con tu blog logre calzarme los cortos y la gomera al cuello.
Gracias por la recibida, trataremos de importunar todo lo necesario.
Un abrazosonon de Rodolfo.
Vivo en la sierra, tu hermano se caga de risa cuando nombra a este valle: calamuchita. Pero así se llama, y lo del blog está bueno para no andar tan solos.
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