Gracias a la televisión, tan denostada, sabemos lo que antes apenas intuíamos: que puesta frente a una cámara con micrófono la gente –todos, vos y yo, y acaso la vecina- habla mucho más de lo que no sabe que de aquello de lo que, con las limitaciones de cada caso, se ha informado.
Temas y personas desconocidos son abordados al pasar, con la naturalidad y hasta el afecto que deberíamos dispensar a quienes esperan o necesitan algo de nosotros.
De los temas, que cada borrico se haga cargo. De las personas, queda claro que es más fácil querer a quien no nos conoce que a aquellos que, conociéndonos o por lo menos creyéndolo así, podrían no correspondernos.
Tal vez suceda esto –si efectivamente sucede- porque será más fácil luego rechazar a quien nunca nos ha aceptado que hacernos cargo de nuestro desprecio.
Y no me vengan con que demasiada tele y que hoy desayuné con ginebra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario