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UN MÉDICO
He vuelto a ver las fotos que Abel Albino proyecta, cada vez que habla en público. Su discurso es el de siempre, tratando de conmover para recaudar. Tampoco las imágenes han cambiado, ni la situación que retratan: chicos desnutridos, árboles del saber y de la sensibilidad e inteligencia podados cuando apenas son retoños. El hacha implacable es el hambre, la desnutrición crónica que apenas encontrás en las dos terceras partes del planeta. El de la foto es Albino, médico pediatra, pionero en el tratamiento de la desnutrición. No es un héroe ni tampoco busca votos para postularse a alguna banca opositora. Sale a cada rato de gira y pide. Y vuelve a su lugar de trabajo, la Fundación CRONIN, para seguir alimentando y alimentándonos. El tipo es católico militante y, como todos los de su secta, antiabortista. Y sospecho que no está a favor del matrimonio igualitario. Pero si ves lo que hace, si abrís los ojos al escándalo que no cesa, te enterarás de lo que este pediatra y su gente hacen por los chicos, de su lucha constante, de su pasión. Es tanto lo que hace que, cuando lo sepas, ya no te va a importar qué opine sobre temas que discuten en los medios millones de tarambanas. El peso de su acción es enorme. Ojalá tantos discursos fueran lo que es en boca de Albino: puntas de un iceberg, destellos de faros en la niebla delatando los arrecifes de la mayor de las vergüenzas de nuestra sociedad: el hambre de los pibes, su condena a vivir sin alcanzar ya nunca a ser personas.
El problema es si su antiabortismo militante no mata tantas o más vidas a diario, como las que su bienintencionado trabajo pediátrico salva o intenta salvar.
ResponderEliminarkike
Si se tratara del Dr. Mengele, seguramente el comentarista no se animaría a tanto desvario de su sin razón.
ResponderEliminarkike, soy neo el del anterior
ResponderEliminarConozco el trabajo de Abel Albino desde 2002, año del derrumbe. El tipo sigue dando vueltas por el país, pidiendo guita a las empresas para una obra que vale la pena conocer antes de descalificarla. Que un solo pendejo no pueda alimentarse hoy en la Argentina y acabe transformado en un subnormal es algo que debería avergonzarnos de verdad, por lo menos para exigirle a los gobiernos -los que elegimos y los que eligen otros- que hagan algo ya. Insisto, no me simpatiza el tipo pero me saco el sombrero que no tengo por la gente que, con sus ideas, creencias y prejuicios a cuesta, mueven el culo por los demás.
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