jueves, octubre 07, 2010

A PESAR DE LOS SUECOS

Los de la academia sueca logran su objetivo: que discutamos si está bien o mal otorgado el premio que lleva el nombre del inventor de la dinamita. La conducta política del Vargas Llosa maduro y geronte dan vergüenza ajena, pero cuando yo tenía veintipico de años me deslumbró “La ciudad y los perros”, que el peruano había escrito a los veintiséis.

A los poco más de mis treinta descubrí “La guerra del fin del mundo”, que varias décadas más tarde redescubriría la entrañable y talentosa (y muy joven) Gabriela Cabezón Cámara.

Ni qué decir de “Conversación en La Catedral”, libro sobre el que hoy cabeceo de sueño cuando intento releerlo pero que me apasionó en su tiempo, tal vez porque volvía sobre las taras de un país y de un continente que por esa época ensayaba su minué revolucionario a las puertas del infierno.

América latina cambió y cambió aquel tipo. No creo, como se sugiere, que en su andar sobre las brasas de un crudo liberalismo económico haya borrado las huellas de su talento literario. Una y otra cosa van, lamentablemente, por sendas divorciadas que a veces ensayan reconciliaciones y acaban tirándose a la cabeza platos de mayor calibre que los iniciales.

No reivindico a los fósiles de Estocolmo, que fueron capaces de dar el Nobel a Dario Fo y Franca Rame, mientras dejaban de a pie a Borges y a Cortázar, entre otros. Y por no recordar el Nobel de la paz a Kissinger o a Obama. Me aburren los policiales suecos, me aburre Henning Mankel a quien le aburre la novela negra que no sea la propia, me aburre la monotonía y la soberbia de creerse faros de la civilización cuando son lo que son, espasmos de una cultura congelada y lejana en la que la noche, dicen, cae demasiado temprano.

Pero Mario Vargas Llosa es lo que fue antes de sus poses para el fascismo vergonzante del FMI, de su declarada desconfianza hacia lo que los europeos llaman despectivamente “populismo”, o sea, los gobiernos populares. Vargas Llosa es lo que fue antes de los enjuagues editoriales que le arrancaron textos prescindibles, de las caricias de una derecha cavernaria, de tanta descomposición operada en clínicas suizas para lucir rozagante o menos putrefacta.

Vargas Llosa, el de “La casa verde” y el de “La tía Julia y el escribidor” merecía que nos tomemos algo de nuestro tan a menudo malgastado tiempo hablando, aunque sea mal, de un gran escritor.

2 comentarios:

  1. No tolerar la libertad de pensamiento te convierte a ti en facista ,a ver si te enteras listito.

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  2. Yo escribo con mi nombre y apellido.

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