La de lector es condición de navegante, de argonauta a borde de un sueño ajeno. Ni capitán ni marinero, tampoco polizón o pasajero burgués. En todo caso, maravillado tripulante que no teme al rumbo que tome la nave -el libro-. Sabe que esa historia no arribará a puertos previsibles, que la nave no encallará en lugares comunes, que al final, siempre, habrá un descubrimiento.
Hablo del lector de Juan Ramón Biedma, sevillano, Juan Ramón como Jiménez, el del borrico Platero, Biedma como el catalán Jaime Gil de, y no Viedma como la capital de nuestra provincia de Río Negro
Parece un seudónimo, un "nombre artístico" como los que usaban actores y actrices de nuestro cine de los cuarenta. Los del sur de España son así, sobre todo si son poetas: sobreactuados, teatrales, voz grave y decir intenso, aunque como en el caso de Juan Ramón esos fuegos no enceguezcan ni amenacen con reducir a cenizas la sustancia de su tarea artística, la literatura.
De Biedma acaba de distribuirse en España un comic, tebeo, historieta, bitácora de un misionero de las sombras, de un profeta de la incertidumbre. Se llama "Riven, la ciudad observatorio". Editò Ediciones B.
La promo dice:
España, mediados del XIX. Atalaya, una ciudad portuaria del norte, se está convirtiendo en un mundo que sintetiza todos los mundos, en el presbiterio del purgatorio. Allí llegará Riven, quien habrá de enfrentarse a las fuerzas sobrenaturales, a los más extraños personajes y a sus propias visiones, para terminar descubriendo que aquella ciudad maldita no es más que el punto de partida en su peregrinaje hacia el infierno.
Huevadas, lo que cuenta es Biedma.
El poder de la imaginación
Hace 3 días
otro caso: riBer, no river
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