jueves, octubre 07, 2010

LETRA AJENA

Al tipo le dio por ser actor para disfrutar de los aplausos. Aunque como de costumbre no sean para él sino para el capocómico, para algún secundario que nunca es él y para la estrellita que es además y como corresponde la amante del capocómico.

Él dice lo suyo –el tipo-, tiene buena memoria para repetir letras que otros escriben y, con las frases sueltas que se le fueron pegando de tanto andar los caminos, armó un discurso que parece propio y que a veces le da patente de inteligente.

Pero claro –todo tiene un pero claro-. Cuando al final de las funciones el tipo se quita el maquillaje, la letra ajena se le borra de la memoria. Queda mudo, el tipo, amnésico. Mirándose en el espejo, no ya sin reconocerse, sino sin siquiera recordarse.

martes, octubre 05, 2010

LECTORES

Nos quejamos, los escritores, de que a la hora de la verdad no vendemos lo que creímos haber vendido. Y le echamos la culpa a los editores, a los medios de prensa y a los distribuidores. Tienen culpa. Pero no toda.

Todavía, y me pesa decirlo, la mayoría de la gente –el consumidor promedio- no tiene la más remota idea de lo que trata la literatura. Y entre esos consumidores promedio hay, me pesa aún más comprobarlo, más de un escritor.

De la literatura, la gente sabe o sospecha que se trata de una disciplina, o indisciplina, por la cual escribimos historias más o menos entretenidas. El objetivo: que ellos las consuman.

La crítica literaria, si existe, sobrevive en algún opúsculo que cuelga en los kioscos del centro (de Buenos Aires) y que compra algún trasnochado estudiante de Letras. Los diarios hacen marketing. Los críticos serios no son tomados en serio por esos medios. Y nuestros colegas en los diarios… hacen marketing.

Me pregunta la gente –con alarmante frecuencia- qué escribo, si para escribir me baso en hechos reales, si los personajes son amigos míos encubiertos, si tal o cual personaje soy yo, si no me parece que de tal novela está mejor la película que el libro, que de qué vivo porque “de eso”…, por qué los escritores son raros, por qué no escribimos sobre la vida real, historias en la que “ellos” (la gente) puedan reconocerse.

Y la frutilla de la torta: los libros. Cuando voy a la feria (del libro) me compro media docena de autoayuda, todos los de Dan Brown y los de Marcos Aguinis, el de Tenenbaum sobre los Kirchner, los de Majul. Siempre compro libros –te dicen-, aunque hoy menos que antes porque qué caros que están, flaco.

Y el flaco se la banca, calla, se va silbando bajito porque está un poco esgunfiado de tanto tratar de abrir zapallos. Y eso que el flaco no es catedrático, no da conferencias, no vive de las minas ni se aprovecha de tanto ganso con libreta que quiere ser culto pero ni lo intenta.

sábado, octubre 02, 2010

UN MÉDICO

He vuelto a ver las fotos que Abel Albino proyecta, cada vez que habla en público. Su discurso es el de siempre, tratando de conmover para recaudar. Tampoco las imágenes han cambiado, ni la situación que retratan: chicos desnutridos, árboles del saber y de la sensibilidad e inteligencia podados cuando apenas son retoños. El hacha implacable es el hambre, la desnutrición crónica que apenas encontrás en las dos terceras partes del planeta. El de la foto es Albino, médico pediatra, pionero en el tratamiento de la desnutrición. No es un héroe ni tampoco busca votos para postularse a alguna banca opositora. Sale a cada rato de gira y pide. Y vuelve a su lugar de trabajo, la Fundación CRONIN, para seguir alimentando y alimentándonos. El tipo es católico militante y, como todos los de su secta, antiabortista. Y sospecho que no está a favor del matrimonio igualitario. Pero si ves lo que hace, si abrís los ojos al escándalo que no cesa, te enterarás de lo que este pediatra y su gente hacen por los chicos, de su lucha constante, de su pasión. Es tanto lo que hace que, cuando lo sepas, ya no te va a importar qué opine sobre temas que discuten en los medios millones de tarambanas. El peso de su acción es enorme. Ojalá tantos discursos fueran lo que es en boca de Albino: puntas de un iceberg, destellos de faros en la niebla delatando los arrecifes de la mayor de las vergüenzas de nuestra sociedad: el hambre de los pibes, su condena a vivir sin alcanzar ya nunca a ser personas.

viernes, septiembre 24, 2010

EL NÚMERO OCHENTA Y CUATRO

La conmovedora historia de Pablo Sandoval -el nieto recuperado "número 84", en la paciente y heroica búsqueda de Abuelas- fue narrada por su protagonista en "6,7,8", el programa de televisión con el que el gobierno argentino enfrenta al omnipresente multimedio Clarín y sus aliados, hoy como ayer empeñados en el ocultamiento y tergiversación de la realidad. La última dictadura ha vuelto a ser tema tabú para los grandes medios y, más allá de los desbordes propagandísticos de los que adolece el programa citado -emitido en horario central pero por el canal del estado, al que siempre se lo ha mirado por encima del hombro, dados sus bajos niveles de audiencia-, se generan a menudo en "6,7,8" debates y análisis apasionantes, o francamente conmovedores, como en el caso de Sandoval.
En "mi facebook" (guillermo orsi) encontrarán un "link" al programa aludido, o directamente en youtube. Fue casi media hora de monólogo del pibe que ya no es pibe, "apropiado" a los tres meses de edad por un gendarme de notoria actuación en los grupos de tareas, para lo cual fue arrancado de su madre, luego desaparecida.
El pasado, el que más de uno quiere borrar o ningunear con la excusa de que está siendo utilizado por "el matrimonio" con fines políticos, sigue echando su fétido aliento en la nuca de los argentinos.

viernes, septiembre 17, 2010

LOS PIBES DE HOY

Los pibes de hoy se juntaron con los de ayer. Misteriosa memoria que algunos quieren aplastar. Fuego sagrado de la especie, aquella ingenua lucha por el boleto estudiantil -que derivó en masacre orquestada por los dictadores- es la antorcha encendida que más de treinta años después recogieron los pibes de hoy.

Políticos miserables que se disputan los favores de los que apuestan a la impunidad y a “recuperar el poder”, periodistas que fundan diarios para después quebrarlos, charlatanes de una feria mediática que no cesa en su intento de monopolizar las conciencias, se han dado últimamente a la obscena tarea de repudiar la memoria, de promover el olvido, de reivindicar la nada.

Soliviantados, tal vez, estimulados en sus bajos instintos de supervivencia y heroísmo a la carta, otra vez los pibes. Los de hoy, encarnando a los de ayer.

Se reunieron de a miles para evocar la siniestra “noche de los lápices”, ocupan escuelas y enfrentan el odio de los incomunicadores sociales, se ríen de la izquierda oportunista que los apoya, del gobierno de la ciudad que los amenaza y del gobierno nacional que intenta utilizarlos para fortalecerse.

Pero los pibes de hoy no creen en flautistas de un Hammelin que vuelve por sus fueros, no van a cruzar el río, no son ratas obcecadas, no son invasores ni “delincuentes subversivos”. Son pibes, jóvenes, creen que un mundo mejor es posible ya, no mañana, no nunca.

Los pibes de hoy son los pibes de ayer.

viernes, septiembre 10, 2010

DIARIO DE UN LOCO

Para países raros, la Argentina. Un día nos enteramos de que nos gobierna un diario. No es joda, señores, compañeros, amigos y enemigos: nos gobierna un diario. Se llama “Clarín”, lo fundó un tal Roberto Noble, allá por el primer peronismo. Se hizo popular por los avisos clasificados y por la página de chistes.
Hoy, el poder político de turno trata de desbancar al diario que nos gobierna. ¿Es golpista, el poder político de turno?
El diario que nos gobierna se ha expandido por todo este raro país. Una ley muy oportuna de cierto presidente al que nadie nombra porque dicen que es mufa le sirvió en bandeja el poder multimediático. Otra ley, que entró en vigencia recién hace unos días, habría empezado a desmantelar el poder del diario que nos gobierna.
No hay mucho más que decir. Pocos dicen lo que piensan y muchos piensan que hay poderes de turno y poderes permanentes e invulnerables a las leyes.
Pero en serio que no es joda: nos gobierna un diario. ¿Será el de Gogol?