miércoles, enero 28, 2009

LOS TALLOS AMARGOS





De la serie

"Asaditos argentinos"


"Los tallos amargos" is a great example of film noir released out of USA. Following the tradition of classic Hollywood (the most brillant time in the history of cinema), this picture tell us the story of a poor journalist who, trying to make easy money, begins to work with an hungarian inmigrant. A perfect movie, a very good story. A picture that looks like any american film of that time. When the A.F.I. chose the 100 bests cinematography of all time, this argentine movie was in the list among titles like "Citizen Kane".
El autor de la novela que dio origen a esta pequeña maravilla del género negro que rescata una crónica yanqui se llamaba Adolfo Jasca. Lo conocí cuando gané el Emecé, él lo había obtenido veinte años antes, con "Los tallos amargos", la novela en la que se basó la exitosa película de Fernando Ayala, con música de un tal Astor Piazzola. Tuvo la gentileza de hacerme una nota decente, nos encontramos en su departamento atestado de libros y ahí grabamos la entrevista para la radio en la que trabajaba.
Porque era periodista, Jasca. Creo que la novela -premiada en 1957- fue la única que publicó. La notoriedad lo rozó cuando Ayala hizo la película y después lo devolvió a su trabajo. Un libro duro, amargo como los tallos del título, negro de verdad, no como las historias de tanto Al Jonson del género que hoy se pavonea por ahí.
Por Jasca me enteré de testimonios del infierno en el que habían caído dos queridos maestros: Haroldo Conti y Héctor Oesterheld. Temblé de indignación y de terror: por escribir unos cuentos con alguna dignidad me habían puesto en la vitrina y era malo, en esos tiempos, que algún reflector te embocara. Me habían dedicado cuatro páginas a todo color en la revista "Gente", ejemplar en el que también publicaban una nota al balbuciente Diego Maradona.
Por suerte, mi notoriedad fue aún más efímera que la de Jasca. Volví al ostracismo y escribí novelas laberínticas, oscuras como la realidad que me rodeaba.
Me acuerdo de Jasca porque me pareció buen tipo y era buen escritor, un laburante, un cronista de la despiadada historia cotidiana de mi país que, en mitad de la noche más negra, me alentó a seguir escribiendo, a no dejarme atrapar por la tiniebla.
Henning Mankel, Michael Conelly, Fred Vargas, laureles y aplausos, está todo bien. Pero yo releo esta noche en su idioma, que es el mío, a Adolfo Jasca.
Soy de acá lejos, donde todo -la fama y el olvido- llega distorsionado.

martes, enero 27, 2009

MATAR SALE BARATO


El 25 de enero de 1997, el cuerpo acribillado y quemado del periodista gráfico José Luis Cabezas fue encontrado en una cava cercana a Pinamar, coqueta ciudad balnearia de la provincia de Buenos Aires.
Gobernaba el país Carlos Menem aunque el poder real estaba en manos, para variar, de poderosos empresarios amigos que hacían y deshacían a su antojo y rentabilidad. El asesinato de Cabezas se produjo poco después de que la foto de Alfredo Yabrán, uno de esos personajes, fuera publicada en la revista "Noticias", en el marco de una investigación periodística sobre los negocios sucios del menemismo.
La media docena de acusados, procesados y condenados por esa horrenda muerte están hoy en libertad, excepto uno que se anticipó a la excarclación y murió en prisión.
En la Argentina, matar sale barato.

domingo, enero 25, 2009

Asaditos argentinos: ADOLFO PÉREZ ZELASCHI Y SUS "CRÍMENES APACIBLES"

Me lo descubrió un amigo que, curiosamente, no leía policiales porque lo consideraba un género menor. Tampoco yo escribía entonces policiales y por eso mi amigo era mi amigo.
Adolfo Pérez Zelaschi fue catalogado como escritor de policiales, pese a que, como él mismo lo dijo, "no es culpa mía sino de las antologías. Ni siquiera el 15% de mi producción es policial".
Fue poeta y –nadie es inocente hasta que se demuestre lo contrario- miembro de la Academia Argentina de Letras (institución de purólogos del lenguaje cuya sola mención me inspira escribirla con mayúsculas). Tal vez por eso, porque vivió su producción policial de manera algo vergonzante, pocos lo recuerdan y unos cuantos echan su obra a la parrilla, cuando se trata de citar autores.
En su necrológica correspondiente, el diario “La Nación” cita sus obras de género: "El caso de la muerte que telefonea" (novela, 1966), "Divertimento para revólver y piano" (1981) y "Mis mejores cuentos policiales" (1989) lo sitúan en esa temática. Pérez Zelaschi sostenía que sus relatos no se caracterizaban por crímenes horrendos o escenas nefastas, sino que "eran crímenes apacibles, para fin de semana, aunque el que revise mi biblioteca hallará, entre otras cosas, dos o tres tratados de toxicología, otros tantos sobre armas de fuego y algunos más sobre medicina legal".
Crímenes apacibles, decía Pérez Zelaschi. Los hay, seguramente. Tal vez él empezó a perpetrarlos cuando al escribir sus primeros relatos policiales supo que sería el primer sospechoso de su propia, silenciosa muerte.

sábado, enero 24, 2009

MUSSOLINI

Quién sabe en qué barco había llegado a Buenos Aires, con qué sueños y pesadillas, si vino a esconderse o a seguir luchando, éramos pibes y nada de su historia nos importaba, tampoco la habríamos entendido porque nadie, hasta entonces, nos había explicado qué era el fascismo.
Pasaba caminando, todas las tardes, con dos canastas unidas por un palo de escoba que cargaba sobre su espalda, en precario equilibrio, como una destartalada imagen de la justicia. Era viejo, muy pobre, desdentado, y ofrecía su mercadería farfullando un acento más cocoliche que italiano: aco, limone, huebo, perequile grati... aco, limone, huebo, perequile grati...
La barra –cinco, siete, diez pibes cuando estábamos todos- lo seguía a lo largo de la cuadra, gritándole ¡Mussolini! El viejo se daba vuelta, las canastas se agitaban en los extremos del palo de escoba como badajos sin campana, fligi di putana, porca miseria, la puta que los parió, gritaba sin aliento, agobiado por la carga, la caminata, la dura vida de inmigrante. Y entre gritos y risas, los pibes nos dispersábamos como corridos por un ogro miserable, tristón, incomprensible.
Un día pasó antes de la hora habitual, o después, o estuve en el lugar y el momento equivocados, quién sabe. Yo estaba solo, sentado en el umbral de mi casa, esperando ante la calle desierta a que se acabara la hora eterna de la siesta. El viejo apareció en la otra esquina y empezó a acercarse. Por la misma vereda en la que yo estaba sentado, para colmo, cuando lo habitual era que caminara por la de enfrente. A lo mejor, cansado de las burlas, pensó que pasando más temprano y por la vereda opuesta nos evitaría.
Mi primer impulso fue entrar en mi casa, no tenía ganas de verlo pasar, o tuve vergüenza por estar solo, pero me quedé sentado, como esperándolo.
Aco, limone, huebo, perequile grati... aco, limone, huebo, perequile grati... fue acercándose el viejo, sin que ninguna puerta se abriera, sin que nadie a lo largo de la cuadra lo detuviera para comprarle, aco, limone, huebo, perequile grati... aco, limone, huebo, perequile grati...
Pasó casi rozándome, arrastrando los pies probablemente llagados de tanto andar por las calles y el mundo, murmurando frases en escondidos dialectos del pasado, sin mirarme.
Se alejó así, ensimismado, y cuando estuvo a cinco, diez metros, envalentonado, me levanté del umbral, puse mis manos haciendo bocina sobre mi boca y le grité: ¡Mussolini!
No se volvió a insultarme, ni siquiera se detuvo, ni me miró, y entré en mi casa, confundido, preguntándome, por primera vez en mi infancia, quién habría sido de verdad Mussolini.

A la mañana siguiente lo encontraron, al borde del terraplén del ferrocarril que cruzaba el barrio, boca arriba sobre el palo de escoba y las canastas volcadas, muy abiertos los ojos desde quién sabe cuándo, quizás desde su Italia natal o mirando por fin, en el cielo limpio del amanecer, la infancia en su lejana aldea, antes de la llegada al poder de ese Mussollini cuya sola mención tanto lo alteraba.

viernes, enero 23, 2009

GAZA EN BUENOS AIRES

Control en Villa 31 para que no entren materiales
viernes 23 de enero, 8:04 AM

Inspectores custodiados por la policía federal comenzaban hoy con el operativo de control en la villa 31, para impedir el ingreso de materiales de construcción destinados a levantar nuevas viviendas.
Fabián Rodríguez Simón, jefe de Gabinete de Espacios Públicos del gobierno porteño, indicó que "no se van a permitir nuevas edificaciones" en la Villa 31.
Los funcionarios de la Agencia de Control Comunal permanecerán en cinco retenes en el perímetro de las villas 31 y 31 bis, para controlar los materiales de construcción que lleguen al lugar y sólo permitirán el ingreso de los destinados a refacciones o mejoras de edificaciones existentes.

ASADITOS ARGENTINOS

La Argentina es un país carnívoro. En un sentido, lo que afirmo es una obviedad: abundan las vacas, aunque los ganaderos amenacen siempre con su extinción si no obtienen por ellas mejores precios y minga de impuestos; la gente come más y mejor carne que en ningún otro país. No sé si esto está bien, si es justo o sano, pero el homenaje nacional es el asado y los vegetarianos son marcianos que bajaron en el lugar de la Tierra equivocado.
Pero además -y esto sí que es insano, injusto, depredador de su propia cultura- se come crudos a sus talentos científicos, artísticos, culturales, en suma.
Ya les iré contando, con tiempo y serenidad, de los deliciosos bocadillos que se ha tragado el monstruo, sin dar muestras de indigestión o arrepentimiento alguno.