jueves, marzo 03, 2011

PRIMERA ESQUINA

Te fuiste dando un portazo. Debiste creer que iría tras de ti porque pasó un par de minutos hasta que oí tus pasos alejándose. Y otro par de minutos hasta que me sacudió el disparo.

Corrí, ahora sí, a la calle. Ahí estaba el cuerpo de un hombre joven y los primeros curiosos, excitados. Alguien que llegó a la carrera se abalanzó sobre el cuerpo, lloró sobre él, desesperado. Cuestiones de amor no correspondido, probablemente –explicó un sabio de la vida, de ésos que en la calle barre el viento.

Recién entonces alcé la vista y te vi, al volante de tu auto, que arrancaste con urgencia. Habías estado viéndome, espiando mi primera alarma y mi casi inmediata decepción.

“Nunca llegues sin avisar, nunca regreses de improviso, jamás abras esa puerta condenada”, habías dicho esa misma tarde, antes del portazo.

En la primera esquina se perdieron tu auto y el adiós que aún nos debemos.

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