A poco más de una semana de la entrega del poder al derechista Sebastián Piñera, la presidenta saliente Michelle Bachelet se encuentra ante el gigantesco desafío de una tragedia natural de consecuencias humanas y, por qué no decirlo, económicas, todavía difíciles de evaluar.
Del mismo modo en que se creía, durante las primeras horas, que Chile podría bastarse a sí mismo para reparar los daños y atender a los damnificados -ilusión que se desvaneció con la constatación de la verdadera magnitud del terremoto-, es probable que el gobierno de Sebastián Piñera deba acudir a la colaboración de la oposición política, por lo menos en los temas fundamentales que atañen a la dura reconstrucción de la infraestructura edilicia, vial y de servicios, así como en el apoyo a las víctimas.
La política, con sus ambiciones personales, sus bajezas y rencillas por el poder, incluso con su legítima pretensión de trascendencia, cae de rodillas ante la "pachamama", la madre Tierra, que sigue con sus ciclos de germinación, plenitud y exterminio.
Algunos atribuyen esto a la furia de los dioses.
Prefiero creer, o conjeturar, en todo caso, que el hombre está demasiado solo y aunque crea saber más de lo que aprende, se le escapa la letra chica, las condiciones no escritas de su contrato mortal con la inmortalidad del universo.
Grande último párrafo. Délo por robado.
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