Si a fines de la década del 30, con la conformación de la Cuarta Internacional, los partidos marxista-leninistas buscaron, bajo la inspiración de León Trotsky, superar sus propias contradicciones para enfrentar de modo más radical al poder burgués, reuniones como la del G 20, la semana pasada en Londres, apuntan obviamente a lo contrario. Claro, no son obreros quienes representan a los países más poderosos de la Tierra y a un puñado de “colados”, entre los que fue favorecida la Argentina.
No debería sorprender entonces que la principal conclusión de ese cónclave de mandatarios del llamado Primer Mundo y algunos de sus “satélites” –como se designaba a los países de la Europa del Este hasta la caída del Muro-, sea la de fortalecer con una carrada infernal de billones de dólares al FMI. Sí, al FMI, el mismo organismo financiero internacional que le bajó el pulgar a las necesidades argentinas, cuando en el país del bife de chorizo, el tango y los estancieros pretenciosos sólo se necesitaban unos veinte mil milloncitos de verdes para no caer en lo que se cayó, con los muertos impunes de la represión de diciembre de 2001.
Pero se cayó, caímos, nos aplastaron y, tras cartón, nos devaluaron a la tercera parte de lo que creíamos valer. Y a seguir yugándola para que, mal o bien, volviéramos a crecer. Por las nuestras, con el “flujo de caja”, como llaman los técnicos a la guita que los empresarios guardan no en Suiza ni en Caiman sino en sus chanchitos.
¿Y ahora, después de siete años de yugarla, estos líderes “new age” del poder internacional burgués quieren que volvamos a poner la zabiola en la guillotina financiera?
Pero tómenselas, manga de giles con corbata. Si el Sur todavía existe es a pesar de ustedes, de su prepotencia histórica y, ahora, de sus crisis.
Como dijo Alfonsín mientras Aldo Rico, Seineldín y sus tropas fascistas se lavaban la cara y festejaban haber puesto a un gobierno civil de rodillas, felices pascuas.
No debería sorprender entonces que la principal conclusión de ese cónclave de mandatarios del llamado Primer Mundo y algunos de sus “satélites” –como se designaba a los países de la Europa del Este hasta la caída del Muro-, sea la de fortalecer con una carrada infernal de billones de dólares al FMI. Sí, al FMI, el mismo organismo financiero internacional que le bajó el pulgar a las necesidades argentinas, cuando en el país del bife de chorizo, el tango y los estancieros pretenciosos sólo se necesitaban unos veinte mil milloncitos de verdes para no caer en lo que se cayó, con los muertos impunes de la represión de diciembre de 2001.
Pero se cayó, caímos, nos aplastaron y, tras cartón, nos devaluaron a la tercera parte de lo que creíamos valer. Y a seguir yugándola para que, mal o bien, volviéramos a crecer. Por las nuestras, con el “flujo de caja”, como llaman los técnicos a la guita que los empresarios guardan no en Suiza ni en Caiman sino en sus chanchitos.
¿Y ahora, después de siete años de yugarla, estos líderes “new age” del poder internacional burgués quieren que volvamos a poner la zabiola en la guillotina financiera?
Pero tómenselas, manga de giles con corbata. Si el Sur todavía existe es a pesar de ustedes, de su prepotencia histórica y, ahora, de sus crisis.
Como dijo Alfonsín mientras Aldo Rico, Seineldín y sus tropas fascistas se lavaban la cara y festejaban haber puesto a un gobierno civil de rodillas, felices pascuas.
Con caja o sin ella a nos los laburantes nos queda siempre seguir yugando, lamentablemente nunca terminamos de saber para quien.
ResponderEliminardesde Colibriciti salud. R.