sábado, junio 07, 2014

ZOMBIS TECNOLÓGICOS

Viajando en un bondi (bus) interprovincial: sube una veintena de estudiantes de la secundaria. Risas, bromas entre ellos mientras se acomodan en el bondi casi vacío. De pronto las risas se apagan, ya no se los oye hablar. Repiquetean los sonidos de sus aparatos electrónicos: celulares, tablets, netbooks de las que distribuye el gobierno, "wasaps" y toda la parafernalia. Pulgares quebrados sobre los pequeños teclados, mínimos timbrazos, percusión sobre las orejas tapadas por auriculares, los diálogos entre los pibes se limitan a interjecciones, a gritos sordos de un entusiasmo y una decepción que parecen pájaros encerrados en jaulas de vidrio opaco.

Cierro los ojos y debo dormirme porque la escena es la misma de los chicos subiendo al bondi pero ahora ciegos, sordos, mudos, extendiendo sus brazos hacia mí, manos rígidas de pulgares quebrados, vienen por el pasillo, tambaleantes, zombis tecnológicos de nueva generación.

Sueño que es un alarido pero es apenas el grito de un soñante al que, sacudiéndome el hombro, despierta el chofer del bondi:

-Flaco, final del recorrido, llegamos, ¿con qué te diste?

miércoles, mayo 28, 2014

EXILIOS INTERIORES

Con Gustavo Forero, en el Festival Azabache 2014, Mar del Plata

Durante años, mi “estudio” fue la cocina de mi departamento en el barrio de Saavedra. Sin trabajo, sin posibilidad de exilio, mi modesta militancia gremial y el contacto con amigos que habían elegido otros caminos de lucha, me habían convertido –como a tantos miles de argentinos- en blanco móvil de las patotas que salían a chupar gente.
Laburaba ocasionalmente en publicidad (“free lance” se le llama a ese galguear), mi mujer paraba la olla y yo, en la cocina y por las noches, ensayaba las mil recetas para ser escritor, las lecturas, los puntos de vista, los lenguajes y, sobre todo, los silencios.
Gustavo Forero, escritor, académico, coordinador de MEDELLÍN NEGRO, dijo en Mar del Plata que “hoy en Colombia los autores escriben en la cocina”.
Hablábamos de valores y menoscabos de la democracia, Forero nos recordó que en su país ya cuentan 200.000 desaparecidos, que Colombia sigue siendo un país en guerra sucia.
En 1983 pude salir de la cocina y hoy escribo en donde se me antoje, aunque putee contra la interferencia de celulares y televisores a toda hora en cada rincón de las ciudades argentinas.

No tengo recetas, sin embargo. Cociné textos a mi antojo y albedrío, saboreé muchas lecturas, improvisé cuanto pude, refrité mis propios textos, aprendí despacio, como quien saborea, que la literatura es un manjar tardío, los restos de un banquete del que disfrutamos en soledades, a veces puras e intensas, a veces compartidas con esos amigos de la madrugada que, desvalidos, abandonados por quienes habían prometido llevarlos a la victoria, se sientan a mi lado y cuentan historias que están aún por suceder.

sábado, marzo 15, 2014

MIEDO

De pibe no le temía tanto a los vampiros y frankesteines como a la muerte de mis padres. Temblaba imaginando el día, la hora oscura, el último aliento y levantarme, a partir de entonces, y no encontrarlos.
Crecí, viví como pude y cuando murieron ya no estuve cerca. No con la cercanía que imaginaba en mi infancia, la de despertar y todavía medio sonámbulo caminar hasta donde estaban, sobre todo en los feriados, mi madre y mi padre hablando en voz baja, riéndose, celebrando que por fin me despertara, incluyéndome en su mundo inasible para mí, tan lejano y cálido.

Ahora que me levanto con la certeza de no hallarlos, siento que crecer es andar descalzo, en puntas de pie, medio sonámbulo, al encuentro de unas risas que ardieron durante la noche hasta apagarse, momentos antes de que yo abriera los ojos.

jueves, marzo 13, 2014

PERO ERAS VOS

¿Por qué, si han pasado luego casi todos los años de mi vida, oigo tu voz en el interior de una antigua casa del barrio en que nací?
He salido a caminar sus calles, esta mañana, atraído por una necesidad de recuperar imágenes y olores de la infancia. Nada urgente, ni necesario: sólo el regodeo de quien camina sobre el agua, nada más que por negar que haya milagro alguno en tan sencillo andar.
No es la casa de mis padres sino un caserón que hoy luce abandonado como entonces, con muros derruidos y ventanas cegadas por papeles de diarios antiguos como la casa, hojas amarillentas, noticias marchitas de negociaciones de paz en París, guerras de las que hoy pocos saben o recuerdan, instantáneas de una entre tantas masacres en países remotos, inescrutables para un pibe de quince de los de entonces.
Pero es tu voz aunque suene como un garabato del viento, un borrador de lo que luego sería, una composición tema tu ausencia.
Huyo del barrio, busco calles que cierren esclusas, salto sobre navidades y cumpleaños, busco el alivio de los edificios altos, de las multitudes y los parques borrados por la niebla.

Pero eras vos, garabato, borrador, ausencia.

jueves, marzo 06, 2014

GÓTICA

Si Buenos Aires fuera Ciudad Gótica, el logotipo del hombre murciélago proyectado sobre el telón gris de las nubes indicaría que es hora de entrar en acción.
Y veríamos al batiauto con Batman y su efebo Robin correr por las calles desiertas para acabar de una vez por todas con las tropelías del Guasón.
Y el pibe chorro al que acaba de tirotear la cana vería llegar al batiauto, frenar espectacularmente frente al patrullero, vería aunque ya algo borrosa la figura del murciélago antropoide abrazarse con su asesino de uniforme mientras lo felicita porque así se hace, cagarlos a tiros es la única manera de acabar con esta lacra.

Pero Buenos Aires no es ciudad gótica, es la capital de un país del culo del mundo que, a más de doscientos años de haber sido inventado por la conjura de un grupo de locos, hierve en el caldero de las sociedades irredentas, blancas pero también indias, mestizas y negras a su pesar, infectadas de pobreza que les hace subir la fiebre hasta sumirlas en el delirio de creerse París, Nueva York, cualquier cosa menos esto.

domingo, marzo 02, 2014

LLUEVE

Desde hace días, muchos, llueve como en Macondo sobre la zona en la que vivo. Como en el cuento de Bradbury. Como en la Galicia de “Los gozos y las sombras”, de Torrente Ballester.
Llueve.
La demasía, el exceso por el puro placer del agua, el torrente lúdico en el que ahogarse no interrumpe la sinfonía, los arroyos convertidos en monstruos líquidos, los ríos que hasta ayer dibujaban escuálidos garabatos y que hoy se tienden sobre el paisaje como sábanas mortuorias, los pájaros de almendra y tan solos los horneros que ven deshacerse en terrones sus pequeñas casas, llueve.
No hay necesidad de pensar en nada ni en nadie cuando llueve desde casi siempre, desde días de barro y noches de agua.
No hay ninguna necesidad de recordarte cuando llueve porque la lluvia si es breve refresca el alma pero al ser así de eterna remueve las tumbas del olvido y llueve.
Como en el cuento de Bradbury, como puede que en Macondo, como en la Galicia de los gozos y las sombras llueve.

Y armo un barco de papel escrito con tu letra y lo echo sin pensar ni recordarte al río de las tormentas y las penas.