sábado, marzo 15, 2014

MIEDO

De pibe no le temía tanto a los vampiros y frankesteines como a la muerte de mis padres. Temblaba imaginando el día, la hora oscura, el último aliento y levantarme, a partir de entonces, y no encontrarlos.
Crecí, viví como pude y cuando murieron ya no estuve cerca. No con la cercanía que imaginaba en mi infancia, la de despertar y todavía medio sonámbulo caminar hasta donde estaban, sobre todo en los feriados, mi madre y mi padre hablando en voz baja, riéndose, celebrando que por fin me despertara, incluyéndome en su mundo inasible para mí, tan lejano y cálido.

Ahora que me levanto con la certeza de no hallarlos, siento que crecer es andar descalzo, en puntas de pie, medio sonámbulo, al encuentro de unas risas que ardieron durante la noche hasta apagarse, momentos antes de que yo abriera los ojos.

2 comentarios:

  1. Me identifico totalmente con lo que tan maravillosamente cuentas. Cuando murieron mis padres fui consciente de que jamás el sol, la luna y las estrellas lucirían con el mismo esplendor. Enhorabuena. Un beso.

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