Pinamar es el balneario ícono
para cierta clase media con pretensiones de bacana que todos los veranos convierte
a esa bella ciudad en un muestrario de vulgaridad exhibicionista.
Pero antes y después de las
invasiones bárbaras, Pinamar es una isla cultural. Y no lo es por generación
espontánea…
Laura Massolo, Lucio
Iudicello, Fernando López y yo fuimos invitados a compartir un rato con la
gente de la Biblioteca
de Pinamar. La excusa -hablar de literatura, de género negro- parecía “más de
lo mismo”.
Apenas iniciado el encuentro,
sin embargo, se dispararon temas tan apasionantes como la difusión de la
cultura, los incentivos para la lectura –o la falta de ellos- en las escuelas,
el apoyo que desde el Estado se brinda a las bibliotecas populares, la
participación de las respectivas comunidades, la política –sí, la política-,
los medios dominantes, la celebridad por encargo, el arribismo y el ninguneo.
Mientras en los medios de
comunicación no existen otros temas que el dólar, los subtes de Macri y el
derrumbe inminente del odiado (por los medios y sus cómplices) “populismo”, en
la biblioteca de Pinamar pudimos discutir sin prejuicios sobre la importancia
de apoyar desde el Estado y trabajar desde el llano para que la Argentina vuelva a ser
lo que fue y, si podemos, más: una nación de amplia movilidad social, sin excluidos,
sin esa marginalidad de cuyas historias a veces nos nutrimos los autores de
novela negra pero que muestra el lado siniestro de sociedades construidas a la
sombra de impenitentes proyectos oligárquicos.
Qué poco sabemos de gente, de
tanta gente, de millones que trabajan incansablemente para que la cultura deje
de ser una isla de náufragos para convertirse en savia nutriente, en proyecto
social, en realidad compartida por todos.
Mi agradecimiento a la Biblioteca de Pinamar,
por la hospitalidad y el afecto, y mi admiración por el trabajo que realizan
desde hace más de cuarenta años.
Haría sido un gusto estar allí. Siempre es bueno escuchar a los que saben.
ResponderEliminarUn abrazo.