lunes, febrero 27, 2012

¿QUÉ SEMBRAMOS?


En los últimos tiempos los escritores venimos debatiendo más sobre herramientas tecnológicas que sobre recursos estéticos. La discusión literaria llenó páginas y páginas en tiempos donde se escribía a mano o en máquinas ruidosas, verdaderos tornos industriales en los que se configuraban a golpes de tecla historias y reflexiones sobre el modo de abordarlas.
Es cierto que a veces se discutía el sexo de los ángeles, pero en ocasiones la carga intelectual de los contendientes era heavy y uno, que entonces como hoy sabía poco y nada, aprendía.
La literatura -como la música o la plástica en sus distintas expresiones- son antes que nada oficios. Podés sentarte frente a una notebook o una "tablet" y disparar ideas, frases cortas, neologismos de probeta, efectos especiales. No hay que estudiar mucho ni haber leído demasiado para competir con el mono que arroja pomos de óleo contra el lienzo y disputarle una beca gugenheim. Se puede derribar con napalm y fósforo blanco la vegetación más abigarrada, las selvas impenetrables, la oscuridad sin fisuras del más estricto bosque filosófico.
La cuestión es qué hacemos después con el paisaje de la devastación, qué sembramos, que esperamos ver crecer si roturamos a ciegas y confundimos el estiércol con la tierna hierba de las praderas.

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