jueves, noviembre 24, 2011

ERNIE


Quedan pocos bares con estaño y mesas de billar. Por eso, cuando entro en uno –Avenida de los Corrales, al fondo de Mataderos- me pregunto si existe, si no estoy internándome en alguna alucinación.
-Una bols-, respondo al qué le sirvo, jefe, del bolichero. -No hay nadie jugando- comento, por hablar algo y porque es cierto, las mesas de billar están desiertas como el bar.
-No hay nadie en ningún lado- dice el tipo. -Mire Buenos Aires… no queda ni el loro.
Me cuesta creer que esté hablando en serio pero es cierto: me doy vuelta hacia la calle también desierta, silenciosa, que empieza a cubrirse de nieve.
-¿Qué es esto, el eternauta?- me inquieto.
Se sirve también una bols: -no me gusta que la gente beba sola-.
Brindamos.
-Guillermo Orsi- me presento.
-Pike… Ernie Pike.
-Creí que estaba en Okinawa.
-La guerra terminó, boludo. Esa guerra, por lo menos.
-Brindemos por otras, entonces.
-Salute- dice Ernie, aunque ya no brinda conmigo sino con un retrato en tinta china de Hugo Pratt que, algo escorado hacia la izquierda, cuelga bajo el estante de las bebidas.

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