PESTE URBANA
Se dio cuenta de que el
tiempo retrocedía cuando sus amigos y conocidos empezaron a rejuvenecer.
Creyó estar enfermo y buscó a
su médico. No lo encontró, no se había recibido aún de médico, “el año que
viene se gradúa”, le dijo la madre del médico que, por lo que él sabía, debía
estar muerta hace años.
Abandonó la ciudad, a lo
mejor es una peste urbana –se dijo. Se subió a un avión, un Airbus, pero en
pleno vuelo la nave se transformó en un Douglas a turbohélice que aterrizó de
emergencia en una isla del Pacífico.
Buen clima, sol radiante y la
atención del hotel que dispuso la compañía aérea para los pasajeros en tránsito,
inmejorable.
Se echó a descansar en la
blanca arena de la playa, bajo una palmera, después de un par de tragos y algún
chapuzón en las aguas transparentes del Caribe.
Se durmió profunda y
largamente.
Al despertar, estaba solo.
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