No hay nada relativo en tu
soledad y en la mía. No hay promesas de estar de nuevo juntos, no hay citas
probables y el viento que brama en las desoladas esquinas de las calles del
centro y empuja el azote de los postigos en las viejas mansiones derruidas, no
impide el acoso de la noche, los clarines de luz del nuevo día.
Es tarde y es prematura la
carta que escribís cuando ya nadie escribe, ha pasado el tiempo de recibir, de
remover escombros, de sembrar sobre el erial del olvido, de contar la historia
de un amor estremecido y solo pero de soledad absoluta, la tuya y la mía, de
silencio, de llanto en penumbras, de alarido.