Hay
libros que uno abre como a una suerte de arcón cuyo contenido ignora pero que
despierta tu curiosidad, aunque sepas que no atañe a nada contemporáneo que de
algún modo pueda rozarte. Y a lo mejor ahí empieza el malentendido, en creer
que no es contemporánea una historia que transcurre hace dos siglos, en la Buenos Aires aldeana
de comienzos del siglo 19, puerto de un río barroso y de navegación imposible,
capital de un virreinato que ensayaba clandestinamente sus primeras muecas de
independencia.
A
poco de empezar a leer esta novela, empezás a percibir que su trama y sus
personajes no son arcaicos, que nada de lo que se cuenta allí ha envejecido,
que su anécdota está en las antípodas de cualquier grandilocuencia
historicista.
Tampoco
aspira “El peso de la verdad”, de Mercedes Giuffré, a explicar la actualidad
contando anécdotas del pasado. No es una fábula moral ni un artilugio para
demostrarte que lo que hoy te sirven en bandeja es comida recalentada cuya
cocción original cumplió hace poco doscientos años.
Lo
bueno de una novela es que no pretenda ser más ni menos que eso, una novela. Y
Giuffré lo logra con los recursos de una notable novelista: sencillez de estilo
–en tiempos en que algunos compiten con Faulkner y lo declaran a la prensa-
para contar las peripecias de un médico británico, Samuel Redhead, afincado en
la aldea porteña desde poco antes del año en que transcurre la acción -1806-.
Redhead
comparte con la medicina el ejercicio de una vocación detectivesca que lo
emparenta con Holmes. Asistido por su ayudante Juanito, un Watson adolescente y
criollo, se embarca en el esclarecimiento de una muerte dudosa.
El
trabajo previo de Giuffré para darle a su historia un marco de verosimilitud
temporal ha sido arduo, minucioso, un registro de costumbres, modas, paisaje y
hasta fragancias y olores, en una aldea de ultramar que ya entonces despuntaba
su ambición de erigirse en ombligo de esta parte del mundo.
Esa
ambientación toma un rol tan protagónico como el de la propia historia, define
los caracteres y anticipa con toques de una prosa sutil, delicada, los pasos de
los personajes, los diálogos y silencios.
La
pequeña ciudad al sur del continente está a punto de ser invadida por una
escuadra de soldados ingleses, al mando del general William Beresford. Los
juegos de poder en la vieja Europa han tomado a esta región del mundo como a otro
tablero del ajedrez imperial.
Un
inesperado visitante llega a Buenos Aires desde lejos y desde el pasado,
abriendo un surco de zozobra en la vida apacible de una familia porteña. La
temprana y sospechosa muerte del forastero inaugura la búsqueda, por parte de
Redhead, de una verdad cuyo peso contamina la rutina y entreabre las puertas a
una intriga que, como en toda buena novela policial, sostiene el interés del
lector hasta la última página.
Armada
sobre un crescendo dramático sin sobresaltos efectistas, la novela de Giuffré
nos impregna página a página con las sensaciones, los climas cambiantes y el
suspenso en su justo equilibrio, internándonos casi sin que se note en una vidas
al borde de definiciones cruciales y en una circunstancia histórica que, en las
páginas finales de la novela, abre las ventanas a un sólido, atrapante
desenlace.
Las
vísperas, la invasión, el establecimiento de las fuerzas de ocupación
británicas y su derrota a manos de improvisadas fuerzas patriotas son la
“música de fondo” en el entrecruzamiento de historias personales que parecieran
desarrollarse lejos de los hechos políticos y militares, pero que en los
capítulos finales se instala en el primer plano de la novela con toda su trágica
potencia.
Giuffré
maneja una trama compleja, generosa en personajes. Sin abandonar a nadie a su
suerte, se hace cargo de todos los destinos.
Claro
que sin la omnipotencia de los dioses sino con firmeza y talento de narradora.
"El peso de la verdad", Edebé, 380 páginas
Con "Deuda de sangre" y "El carro de la muerte",
conforma una trilogía protagonizada por Samuel Redhead