sábado, julio 28, 2012

CUANDO ESCRIBO


Gente que porque escribís novela negra cree que sos experto en crímenes, en modos de ocultarlo, en impunidades, en autopsias y entierros. Que tenés de aliados a forenses y policías, que tenés informantes en el hampa, amigas en los prostíbulos, confidentes en las cárceles y que entre todos te soplan las historias, sus complicaciones, los desenlaces.
Hay quien se reúne con alguno de estos ayudamemorias antes de escribir novela negra, con varios, con todos o con otras insospechadas fuentes de información.
Yo no.
Soy un solitario. A solas con la literatura, de eso se trata lo mío.
De citas clandestinas, de amor furioso hasta que escampe y vuelva el sol del absoluto desamparo de los escritores.
Tan solitario soy que no me importan el mundo, sus desdichas, el hambre, las guerras, la desolación, el mal absoluto ni los ángeles y sus cadenas de amor eterno.
Tan solitario soy y tan ajeno al dolor que me rodea y a la esperanza ciega que intenta aliviarlo, que cuando escribo no consulto ni a mi almohada, pateo a mi perro, le piso la cola al gato y llamo a la policía si un pordiosero golpea a mi puerta.
Tan furiosamente solitario soy que cuando escribo dejo a un lado los ideales que nunca tuve y la sola noción de libertad me repugna.
Soy eso, amigo, mal que nos pese y cuando escribo.
Un esclavo al que no dominas ni a latigazos ni con hierros candentes, un miserable condenado a resucitar historias muertas hace siglos en las mazmorras de tu conciencia.

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