viernes, julio 27, 2012

UN PROFESIONAL


Le pagaron cincuenta mil dólares para estar montado aquí, en el techo del cine frente a la embajada, y disparar con silenciador cuando el presidente descienda del auto y se detenga a saludar a los funcionarios de la gran empresa inversora.
Sabe cómo hacerlo y cómo desaparecer sin dejar rastros, es un profesional, por eso cobra en dólares –a pesar del cepo cambiario. No tiene identidad, nadie lo conoce, las contrataciones son trianguladas mediante códigos indescifrables para los hackers pedorros de esta colonia tercermundista.
Llega la comitiva, baja el presidente, los de la gran empresa inversora tienden sus diestras para ser saludados, es el momento indicado: el dedo presiona sobre la cola del disparador, “clack”…
Nada: silencio más allá del silenciador.
El presidente saluda a los curiosos y entra en la embajada, chau a todos y a las cincuenta lucas verdes.
-Qué carajo…
Revisa la munición.
Trucha, claro, comprada en La Salada, la puta feria del Riachuelo, nada más que por evitarse el viaje a Ciudad del Este.
Vuelve a cargar y dispara al aire.
La paloma que cae sobre su cabeza lo llena de plumas y de sangre.

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