lunes, agosto 26, 2013

MADRUGADA

Subo a una moto, en el sueño. Acelero por calles desiertas de mi eterna ciudad desconocida: Buenos Aires.
Oscuridad, madrugada –pienso mientras sueño, para no aceptar que el vacío te ha fundado de nuevo, antiquísima barraca de inmigrantes, desolado patio de bailarines canyengues, de duelistas que amenazan acuchillarse el espanto.
En la guardia del hospital me dicen que no fue nada, que van a dormirme un rato, otro sueño dentro del sueño.
El sacerdote en la cumbre de la pirámide levanta sobre mi cuerpo echado sobre el altar de los sacrificios su puñal de diamante.

Para qué abrir los ojos.

A ése que aún anda por ahí.

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