viernes, junio 21, 2013

VIENTOS DE SAL

Somos el pasado. Nuestra sombra se extiende, mal que nos pese, con cada nuevo día y cada paso. Somos lo que olvidamos, lo que decimos haber sido y lo que fuimos.
La noche –nuestras noches- están llenas de espejos rotos a los que llamamos sueños. Nos miramos vagamente en ellos, despertamos transpirados de horror cuando a la madrugada se le llama abismo, o desperezándonos y envueltos en la tibia placenta del que espía por las entornadas puertas del mundo.
Aún cuando prometemos, somos el pasado. Incluso nuestros hijos son el pasado. Conscientes de nuestra ceguera, vientos de sal nos congelan cuando volvemos la vista atrás.
El único dios posible es lo que llamamos tiempo, la distancia entre lo que nos prometimos ser y esta alta meseta, desolada y seca, de la incertidumbre.

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