lunes, noviembre 28, 2011

MAMÁ ME AMA, PAPÁ ME APÓ


Es una historia por momentos kitch y por momentos espeluznante. 
La hija del Che, Aleida Guevara March, dice que ama a papi pero papi apenas si estuvo con ella y la vio por última vez a los cinco o seis años, pero no como papi sino como un señor calvo y con anteojos y sin barba que regresó de incógnito a la isla para perderse luego en su último fracaso existencial/revolucionario. En esa ocasión, Aleida que era tan pequeña y había visto antes tan poco al papi sufrió un duro golpe en un juego infantil y el señor calvo y con anteojos y sin barba que además de ser el Che era médico y era su padre aunque no se dio a conocer como nada de lo que era, la recogió en sus brazos, y Aleida dice hoy que le confesó a su madre que tuvo entonces la sensación o certeza de que ese señor que no era lo que aparentaba estaba enamorado de ella.
Un raro complejo de Electra dulcificado por la memoria tamizada en las redes de una revolución que alguna vez dejó de serlo, un culebrón socialista del siglo veinte que suena a exhumación de unos restos del Che que tal vez no debieron ser expuestos de esta manera.
Y después dicen que somos los escritores los que escribimos novelas.

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