Lo que olvidás cuando estás
tan solo es la plácida tersura de un cuerpo de mujer, su tibieza, su aroma. Abrazarte
a una mujer es internarte en el jardín de tu infancia, caminar tu desvelo hasta
los amaneceres a orillas del mar, refugiarte en los veranos de tu adolescencia.
Pasado el tiempo hasta podrás
olvidar su rostro. Pero nunca su cuerpo.
Jamás el cuerpo de la mujer abrazada
durante la noche se desvanecerá de tus días.
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