Nadie discute ya que se puede volver de la muerte. Más aún, quedarse allá está mal visto: no agrega nada a la biografía del difunto, sólo suma olvidos.
Lo que está en cuestión es de qué muerte se regresa. Si de la biológica, tiene los inconvenientes previsibles: corrupción de la carne, andar tambaleante, aliento nauseabundo, ojos que miran demasiado lejos.
Vampiros y zombis han sido abusados por el cine de los sábados en la tele y las literaturas de ocasión (con excepciones).
Hay otra muerte de la que se puede regresar no digo entero pero con elegancia, cierto refinamiento de ultratumba y hasta haciendo planes para que el pasado no nos condene. De esta segunda muerte se vuelve a cualquier hora, no necesariamente de los cementerios ni en noches de relámpagos.
Pero cómo y para qué contarte de dónde vengo si al abrir la puerta del cotorro te encuentro en la catrera, revolcándote con otro al que hace tiempo creí finado.
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