“Arde Londres”, titulan medios y blogueros, como si la Luftwaffe volviera a bombardear, setenta años después, la capital británica.
El conflicto social que atraviesa a Europa, y al que no escapa Inglaterra, se expresa legítimamente en las movilizaciones populares. Aceptar que el vandalismo es una consecuencia natural, legitimar el ataque a casas particulares, comercios o edificios públicos, no puede sino remitirme a los ataques perpetrados por los saqueadores de 1989 y 2001 en Argentina. La hiperinflación de 1989 sirvió de explicación a los saqueos. Los efectos inmediatos del “corralito”bancario ayudaron a justificar los de 2001. Las movilizaciones de indignación popular no estuvieron sin embargo en el origen de la violencia, sino el accionar de grupos organizados, sobre todo durante la crisis de la convertibilidad, a fines de 2001. Caciques políticos con poder territorial en el conurbano bonaerense y en otras zonas calientes de la Argentina armaron y lanzaron a las calles a estos grupos.
Cuando los medios se solazan mostrando los fuegos de Londres no puedo olvidar aquellos fuegos en la Argentina , que iluminaron con sus brillos dantescos la renuncia anticipada de dos presidentes, disparando dos crisis institucionales y políticas que amenazaron a la tambaleante democracia e hicieron posible la instauración de gobiernos títeres de “los mercados” que sumieron en la miseria a millones de argentinos.
Si hoy alguna Luftwaffe regresa del pozo negro de la historia es la de un fascismo que, a caballo de la crisis capitalista, insiste en reverdecer sus ensangrentados laureles.
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