Si sucediera. Que naufragas. Ya sé, ya sucedió hace tanto, pero no de esta manera: tu nave, tragada por el agua y la niebla, y tú sobre un listón de madera y, sobre el agua -como ese embustero de Galilea-, un piano. Tú, sobreviviendo en la medida en que puedas mantenerte sobre el listón. Y el piano, flotando. Al acercarse, por la corriente o la brisa, rozas sus teclas y el agua, toda el agua que te rodea y amenaza, se vuelve música. Y te envuelve y crece y flotas, abandonas el listón de madera y flotas también, seguro ya de que nada puede quebrar tus dedos, ningún remolino de silencio, hundirte. Y al final de la inmensa melodía te zambulles –huyendo siempre del silencio, siempre desde siempre- en la música.
2024, un año leyendo en negro
Hace 2 días
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