Te callaste tantas veces que
una mancha más al tigre qué le hace.
En minutos todo volverá a la
normalidad.
Te suena familiar ese tronar
a derrumbe con cada mueble derribado y destrozado, esos gritos que alguien
sofoca a golpes, la música a todo volumen, gritos de falsa euforia para tapar
los alaridos.
Después el estampido que
puede ser la puerta o un arma de fuego. De bajo calibre porque tampoco es para
tanto.
Pasos por el corredor, voces
que se pierden hacia los pisos inferiores, el par de autos que arrancan ahí
mismo mordiendo el asfalto y meta sirena, cuatro pisos por debajo de tu
ventana.
Mañana los de la tele
preguntarán al portero, al encargado del edificio y te verás a la noche en
“Noticias a las nueve”.
-No vi nada- dirás. –Algunos
gritos, es cierto, pero eran de pelearse mucho.
Y mientras muestran el frente
del edificio y el periodista dice que esto pasa cada noche en la ciudad y nunca
nadie ve nada, pensarás qué viejo se me ve en la tele, me estoy quedando pelado.
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