No he tenido hijos, tuve
novelas.
Ni los hijos ni las novelas
te llenan definitivamente la vida. Los primeros son una consecuencia de tu amor
con una mujer y de las posibilidades que te da la biología de perpetuar la
especie. Las segundas, una invención pura y solitaria, una decisión cultural de
dar vida a seres y situaciones imaginarias que, en la mayoría de los casos, son
barridos por el tiempo.
Pude haber tenido hijos y
novelas, o hijos sin novelas, o nada de las dos cosas y ser valioso a mi
manera, perpetuarme, recrearme, ser otros en uno mismo.
En el corazón de la última
noche late la respuesta, cuando las luces se apaguen y la oscuridad dé paso a
sus jardines "de senderos que se bifurcan".
Ahí estarán ellos y arreciará
como nunca el tiempo.
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