Un buen cuento se acaba de golpe y el primer sorprendido sos vos cuando al escribirlo especulabas con transformarlo en otra cosa pero te encaja una bofetada como diciendo hasta acá llegué.
Una novela, en cambio, buena o mala, se parece más a la cirugía mayor: llega un momento en que tenés al paciente despanzurrado y bien dormido, cortaste por lo sano y por lo enfermo, y llega la hora de ir cerrando. Trabajo duro, meticuloso, con la sensación de haberte olvidado adentro algún escalpelo. Pero hay que cerrar porque tenés un editor esperando y vos te propusiste ser rico, famoso y tener muchas minas con la literatura.
Ya se encargarán -algún crítico y tus amigos- de avisarte que el paciente está sangrando.
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